Parker Solar Probe completa su misión principal tras un nuevo paso por la corona solar

La sonda solar Parker o Parker Solar Probe, desarrollada por la NASA para adentrarse como nunca antes en la estructura del Sol, ha completado su 24.º sobrevuelo cercano al astro rey el pasado 19 de junio de 2025. Durante esta maniobra alcanzó nuevamente su récord de distancia mínima al acercarse a tan solo 6,2 millones de km de la superficie solar, es decir, a unas 9 veces el radio solar. A esa distancia extrema, que representa la más corta jamás alcanzada por una nave espacial, la sonda viajó a una velocidad de 687.000 km/h, una cifra que también iguala el récord anterior obtenido en diciembre de 2024 y marzo de 2025.

Recreación artística de la sonda Parker Solar Probe orbitando el Sol. Créditos: NASA

La misión, parte del programa Living With a Star de la NASA, está diseñada para estudiar de forma directa la actividad solar y el entorno inmediato de la corona solar, con el objetivo de entender mejor los mecanismos que generan fenómenos como el viento solar, las eyecciones de masa coronal y las tormentas geomagnéticas. Estos eventos afectan tanto a los satélites en órbita como a la seguridad de astronautas, comunicaciones, redes eléctricas e incluso la navegación aérea en la Tierra.

La sonda fue lanzada el 12 de agosto de 2018 y, desde entonces, ha ejecutado una trayectoria en espiral alrededor del Sol, utilizando asistencias gravitatorias de Venus para reducir progresivamente su órbita. Sin embargo, tras la última de estas maniobras, Parker se encuentra ya dentro de la órbita de Venus, por lo que no podrá acercarse más a nuestra estrella. Su órbita actual es altamente elíptica y tarda unos 88 días en completarse. Aunque la misión base ha concluido con este sobrevuelo número 24, la nave continuará operativa y recopilando datos hasta que se revisen los próximos pasos del proyecto en 2026.

Diseñada y construida por el Laboratorio de Física Aplicada Johns Hopkins (APL), la Parker Solar Probe dispone de cuatro conjuntos de instrumentos científicos que continúan funcionando en perfecto estado. Estos instrumentos recopilan datos clave sobre el entorno extremo del Sol, gracias a la protección de un escudo térmico de carbono conocido como Sistema de Protección Térmica (Thermal Protection System), que soporta temperaturas superiores a los 870 °C. Durante los momentos de mayor exposición, la nave opera de forma autónoma, ya que las condiciones impiden la comunicación directa con la Tierra.

Uno de los grandes misterios que busca resolver la misión es por qué la corona solar —la capa más externa de la atmósfera del Sol— alcanza temperaturas de millones de grados, mientras que la superficie visible o fotosfera se mantiene en torno a los 6.000 °C. Parte de la respuesta podría encontrarse en los procesos de reconexión magnética, que han sido observados gracias a los instrumentos de Parker. Este fenómeno, donde las líneas de campo magnético se rompen y reconectan de forma explosiva, genera partículas altamente energéticas y se cree que contribuye tanto al calentamiento coronal como a la aceleración del viento solar.

Durante este último acercamiento, se volvió a detectar actividad de reconexión magnética en las cercanías del Sol, lo que permite ahora a los científicos analizar este proceso en un entorno mucho más extremo que el entorno terrestre, donde también se ha estudiado previamente. Esta información es crucial para mejorar los modelos de predicción del clima espacial, especialmente en una etapa de alta actividad del ciclo solar 25, que se encuentra actualmente en su fase de máximo.

Aunque el combustible de sus propulsores se agotará en algún momento y con ello su capacidad de orientación, la nave seguirá orbitando el Sol de forma indefinida. Cuando eso ocurra, la misión tiene previsto girar la sonda para exponer directamente sus instrumentos al calor solar, un gesto que marcará simbólicamente el final operativo de la misión. Los instrumentos no sobrevivirán, pero su escudo térmico podría mantenerse en órbita solar durante millones de años, convertido en un vestigio de la era de la exploración del Sol.

La Parker Solar Probe no ha sido la única en acercarse al Sol, pero sí la más osada. A diferencia de los mitos como Ícaro, esta nave ha logrado «tocar» el Sol en múltiples ocasiones. Y con ello, ha transformado nuestra comprensión del entorno solar, aportando información fundamental sobre los mecanismos que gobiernan el sistema solar interior y permitiendo establecer conexiones directas con fenómenos que afectan nuestro propio planeta. Aún queda trabajo por hacer en los próximos años, pero la misión ya ha consolidado su lugar como una de las más ambiciosas y productivas en la historia de la exploración del Sol.

NASA lanza TRACERS para estudiar la conexión entre el Sol y la magnetosfera terrestre

La misión TRACERS de la NASA ya está en órbita: un nuevo paso para comprender la interacción entre el Sol y la Tierra

Con el reciente lanzamiento de la misión TRACERS, la NASA ha dado un nuevo impulso al estudio de las complejas relaciones que rigen la interacción entre la actividad solar y la magnetosfera terrestre. Esta misión, cuyo nombre completo es Tandem Reconnection and Cusp Electrodynamics Reconnaissance Satellites, se compone de dos satélites idénticos que operarán en tándem en una órbita polar baja terrestre. Su objetivo principal es analizar las regiones de la magnetosfera donde se produce la reconexión magnética, un fenómeno clave en el acoplamiento entre el viento solar y la atmósfera superior de la Tierra.

Lanzada desde la costa este de Estados Unidos el pasado 23 de julio a bordo de un Falcon 9 de SpaceX, TRACERS forma parte del programa de exploración heliosférica de la NASA. Ha sido gestionada por el Southwest Research Institute (SwRI), en colaboración con varias universidades estadounidenses como Iowa, UCLA y Berkeley. Esta misión se integra en un conjunto de iniciativas recientes como PUNCH y EZIE, que en conjunto ofrecen una visión completa de cómo fluye la energía desde el Sol a través del viento solar, hasta interactuar con la magnetosfera terrestre. Las sinergias entre estas tres misiones permitirán refinar modelos teóricos y mejorar la predicción del tiempo espacial, con implicaciones prácticas directas en las comunicaciones, la navegación por satélite y la protección de infraestructuras eléctricas.

TRACERS tiene como región prioritaria de observación las zonas llamadas “cúspides polares”, áreas donde las líneas del campo magnético terrestre se abren al espacio interplanetario, facilitando el ingreso de partículas energéticas. Estas regiones son esenciales para comprender la transferencia de energía del Sol a la Tierra. A diferencia de otras misiones que estudian estos fenómenos desde órbitas más altas o con trayectorias heliocéntricas, TRACERS operará desde una órbita baja terrestre, lo que le permitirá realizar observaciones locales de alta resolución. Este enfoque complementa las perspectivas globales ofrecidas por otras misiones como Solar Orbiter o la Parker Solar Probe, centradas en la estructura y la actividad solar en regiones más próximas al Sol.

Cada uno de los dos satélites de TRACERS está equipado con un conjunto de instrumentos diseñados para medir las fluctuaciones del campo magnético, el campo eléctrico y las partículas cargadas. Entre los instrumentos destacan los magnetómetros proporcionados por la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) y los analizadores de campo eléctrico desarrollados por la Universidad de California en Berkeley. Estas mediciones permitirán a los científicos trazar con precisión la evolución espacio-temporal de los procesos de reconexión magnética y su relación con la actividad solar, los cambios de polaridad del Sol y las eyecciones de masa coronal.

Una de las principales fortalezas de la misión es su configuración en tándem. Los dos satélites volarán separados por una distancia controlada, permitiendo obtener mediciones simultáneas en dos puntos diferentes del mismo fenómeno. Esta técnica permite diferenciar mejor las estructuras espaciales de las variaciones temporales, algo fundamental cuando se analizan procesos tan dinámicos como los que ocurren en la cúspide magnética terrestre. Además, este enfoque facilita la validación de modelos tridimensionales del entorno magnetosférico, contribuyendo a comprender la dinámica del plasma a escala planetaria.

TRACERS también constituye un hito en términos de eficiencia y aprovechamiento de recursos. La misión ha sido desarrollada bajo el programa Heliophysics Small Explorers (SMEX) de la NASA, que promueve el diseño de misiones científicas de menor coste pero con alta rentabilidad científica. A través de colaboraciones universitarias e institucionales, la misión no solo fomenta el avance del conocimiento, sino que también contribuye a la formación de nuevas generaciones de especialistas en física espacial, plasma magnetosférico e instrumentación avanzada.

Desde el punto de vista científico, TRACERS se centrará en responder algunas de las grandes preguntas abiertas sobre el acoplamiento Sol-Tierra: ¿cómo varía la tasa de reconexión magnética con el tiempo? ¿Qué condiciones determinan la eficiencia de esta transferencia energética? ¿Qué relación existe entre las perturbaciones detectadas en las cúspides y fenómenos más globales como las tormentas geomagnéticas o las auroras polares? Los datos recogidos permitirán abordar estas cuestiones desde una nueva perspectiva, integrando observaciones de alta resolución con simulaciones numéricas y modelos globales.

El desarrollo de TRACERS ha ido acompañado de la creación de una red internacional de cooperación científica, que permitirá compartir datos en tiempo real con observatorios terrestres y satélites en órbitas superiores. Esto abre la posibilidad de crear campañas coordinadas de observación entre múltiples instrumentos, lo cual mejorará la comprensión sincrónica de los eventos de reconexión. Además, los datos generados estarán disponibles públicamente, como es habitual en las misiones científicas de la NASA, fomentando la investigación abierta y colaborativa.

En resumen, el lanzamiento de TRACERS representa un avance estratégico en el estudio del entorno espacial terrestre y en nuestra capacidad para comprender los mecanismos que rigen el clima espacial. Al centrarse en la región donde convergen el campo magnético del planeta y el viento solar, esta misión ofrecerá información inédita sobre cómo se produce el intercambio de energía y materia entre el Sol y la Tierra. Su contribución será especialmente valiosa cuando se combine con los datos de otras misiones recientes, permitiendo construir un modelo integrado del sistema Sol-Tierra. A medida que avance la misión, TRACERS se consolidará como una pieza clave en el mosaico de exploraciones que forman la exploración del Sol en el siglo XXI.

La Luna se resiste: el segundo intento de alunizaje de la empresa japonesa ispace también termina en fracaso

La misión Hakuto-R Mission 2, desarrollada por la empresa privada japonesa ispace, finalizó el 5 de junio de 2025 con la pérdida de contacto con su módulo de aterrizaje Resilience cuando se encontraba a solo 52 m de altitud y descendía a una velocidad de 187 km/h. Aunque los ingenieros continúan analizando la telemetría, todo indica que el alunizaje no se produjo con éxito, lo que supondría el segundo intento fallido de esta compañía por posarse en la superficie lunar.

Lanzado el 15 de enero de 2025 a bordo de un cohete Falcon 9 desde la plataforma 39A del Centro Espacial Kennedy (EE. UU.), el módulo compartió vuelo con el Blue Ghost M1 de la empresa Firefly Aerospace. Tras un largo trayecto de baja energía que lo llevó a alejarse más de 1,1 millones de km de la Tierra, Resilience entró en órbita lunar con vistas a descender en el Mare Frigoris, justo al norte del cráter Plato.

Este segundo intento sigue al fracaso de la Hakuto-R Mission 1, también de ispace, que se estrelló en abril de 2023 debido a un error de software que provocó un cálculo incorrecto de la altitud real del módulo respecto a la superficie.

Características del módulo

Resilience es un módulo lunar de 340 kg en seco y una tonelada con propelentes. Tiene una altura de 2,27 m y un diámetro de 2,61 m con el tren de aterrizaje desplegado. La estructura principal es un prisma octogonal con paneles solares que generan hasta 350 W. El sistema de propulsión está compuesto por un motor principal y seis secundarios alimentados por MMH y NTO, junto a ocho propulsores de control de actitud con hidrazina. La antena principal opera en banda X.

El vehículo puede transportar hasta 30 kg de carga útil a la superficie lunar. Parte del módulo fue ensamblado en Japón y su sistema de propulsión fue desarrollado por ArianeGroup en Alemania. Las pruebas se realizaron en instalaciones de JAXA y empresas europeas como IABG.

La carga principal de esta misión fue el pequeño rover TENACIOUS, de apenas 5 kg, desarrollado por ispace-Europe y parcialmente financiado por la Agencia Espacial de Luxemburgo a través del programa LuxIMPULSE de la ESA. El rover, construido con materiales compuestos y equipado con una cámara HD, debía recoger muestras de regolito y experimentar con producción de oxígeno e hidrógeno, además de ensayar el cultivo de microalgas.

Tenacious también transportaba una pequeña escultura artística: Moonhouse, una maqueta de vivienda creada por el artista sueco Mikael Genberg. Además, la misión incluía instrumentos de investigación de varias universidades y empresas privadas de Japón y Taiwán, incluyendo un sistema de electrólisis, sensores de radiación y un disco con inscripciones sobre diversidad cultural desarrollado por la UNESCO.

La dificultad de alunizar con éxito

Posarse en la Luna continúa siendo uno de los mayores desafíos de la exploración espacial. En los últimos cinco años, varias misiones de distintas agencias y empresas han fracasado en esta etapa crítica. Solo unas pocas han conseguido completar con éxito el aterrizaje, y en particular, las misiones comerciales presentan una tasa de éxito muy baja.

La superficie lunar carece de atmósfera, por lo que no es posible utilizar paracaídas, y el polvo que la recubre puede ocultar irregularidades que comprometen los sistemas de navegación. Todo ello exige un control preciso de velocidad, posición y actitud del módulo en condiciones de baja gravedad y comunicación retardada.

El futuro de ispace

La empresa japonesa ispace, que nació a partir del equipo Hakuto del cancelado Google Lunar X Prize, planea ya su tercera misión: HAKUTO-R MISSION 3, que utilizará un nuevo módulo denominado APEX, capaz de transportar hasta 300 kg a la superficie lunar. Será fabricado en Estados Unidos por la filial ispace-US y contará con orbitadores de apoyo para la retransmisión de datos. Su lanzamiento está previsto para 2026.

Un nuevo retrato del sistema solar: Lucy visita Donaldjohanson

El pasado 20 de abril la sonda Lucy de la NASA realizó un sobrevuelo a 960 km de distancia del asteroide (52246) Donaldjohanson, un cuerpo del cinturón principal situado entre las órbitas de Marte y Júpiter. Tenemos por tanto un nuevo retrato en la creciente galería de mundos menores visitados por exploradores robóticos y marca otro paso significativo en el desarrollo operativo de la misión Lucy, cuyo objetivo principal es estudiar los asteroides troyanos de Júpiter a partir de 2027.

Durante el sobrevuelo, Lucy pasó a una velocidad relativa de 13,4 km/s y registró imágenes y datos con sus tres instrumentos científicos principales: la cámara L’LORRI (Long Range Reconnaissance Imager), el espectrómetro infrarrojo térmico L’TES y el conjunto de generador de imágenes en color y espectrómetro L’Ralph. Las imágenes iniciales fueron tomadas a unos 1.100 km de distancia, aproximadamente 40 segundos antes del punto de máxima aproximación, debido a restricciones de orientación para evitar el deslumbramiento solar. La secuencia de observación fue totalmente autónoma, ya que las señales de radio tardan más de 12 minutos en llegar a la Tierra, lo que imposibilita el control interactivo.

Las primeras imágenes revelan un objeto de forma elongada, con una estructura de contacto binario: dos lóbulos de tamaño desigual unidos por una estrecha garganta. Esta configuración recuerda a la de asteroides como Itokawa o Toutatis, aunque en este caso los lóbulos parecen ser estructuras sólidas y no una amalgama de escombros. Donaldjohanson presenta varios cráteres de gran tamaño y afloramientos rocosos, indicadores de un pasado geológicamente activo. Su forma, que algunos han descrito como parecida a un par de conos de helado enfrentados, es resultado de una colisión que fragmentó el asteroide 163 Erígone hace unos 150 millones de años, dando origen a este fragmento más joven.

Los datos aún están en proceso de descarga y se espera que tarden una semana en completarse. Los equipos científicos realizarán un análisis detallado de la estructura superficial, la composición mineral y las propiedades térmicas del asteroide. Este segundo sobrevuelo de la misión —tras el de Dinkinesh en noviembre de 2023— ha sido considerado como un ensayo técnico completo, diferente del anterior, que sirvió principalmente como prueba de los sistemas de navegación autónoma.

El asteroide Donaldjohanson fue descubierto el 2 de marzo de 1981 por Schelte Bus y recibió su nombre en 2015 en honor al paleoantropólogo Donald Johanson, descubridor del fósil homínido conocido como Lucy, cuyo nombre también fue adoptado para la misión. De este modo, el asteroide se integra simbólicamente en el recorrido de una sonda destinada a esclarecer los orígenes del Sistema Solar de la misma forma que su homónimo fósil aportó claves sobre los orígenes de la humanidad.

Lucy fue lanzada el 16 de octubre de 2021 y ha empleado dos asistencias gravitatorias terrestres para modificar su órbita en dirección a los troyanos de Júpiter. Antes de llegar a ellos, el diseño de la misión permitió incorporar estos encuentros con asteroides del cinturón principal, sirviendo tanto para calibrar los instrumentos como para entrenar al equipo en secuencias complejas de sobrevuelo. El primer encuentro con Dinkinesh reveló un asteroide doble, compuesto por un cuerpo principal de 719 metros y una luna binaria llamada Selam, compuesta de dos cuerpos de similar tamaño de aproximadamente 210 y 230 metros.

Los próximos objetivos de Lucy serán los asteroides troyanos del punto de Lagrange L4 del sistema Júpiter-Sol: 3548 Eurybates y su satélite Queta (12 de agosto de 2027), seguido por 15094 Polymele y su satélite (15 de septiembre de 2027), 11351 Leucus (18 de abril de 2028) y 21900 Orus (11 de noviembre de 2028). Posteriormente, tras un nuevo paso por las cercanías de la Tierra, Lucy se dirigirá al punto L5 para sobrevolar el sistema binario 617 Patroclus–Menoetius el 2 de marzo de 2033. Si al finalizar la misión primaria los sistemas de a bordo siguen operativos y queda suficiente combustible, se evaluará la posibilidad de extender la misión hacia otros cuerpos del Sistema Solar exterior.

Representación a escala de la nave espacial Lucy junto a una figura humana
Representación a escala de la sonda Lucy de la NASA junto a una figura humana para visualizar su tamaño real. Esta nave fue diseñada para estudiar los asteroides troyanos de Júpiter durante una misión de 12 años.

Aunque Donaldjohanson no formaba parte del catálogo original de objetivos científicos, su sobrevuelo constituye un hito al tratarse de un fragmento relativamente joven del cinturón principal, un entorno habitualmente dominado por cuerpos más antiguos y evolucionados. El análisis del material de su superficie podría ofrecer pistas sobre la distribución de los componentes primordiales que dieron forma a los planetas rocosos. Al integrar este nuevo retrato en la familia de cuerpos explorados, Lucy amplía no solo nuestra comprensión de los asteroides, sino también de los procesos dinámicos que estructuran el Sistema Solar desde sus primeras etapas.

Siguientes objetivos de la misión Lucy:

Asteroide Fecha prevista de sobrevuelo Particularidad
3548 Eurybates 12 agosto 2027 Asteroide troyano con satélite (Queta)
15094 Polymele 15 septiembre 2027 Asteroide troyano con satélite
11351 Leucus 18 abril 2028 Asteroide troyano del grupo L4
21900 Orus 11 noviembre 2028 Asteroide troyano del grupo L4
617 Patroclus–Menoetius 2 marzo 2033 Sistema binario del grupo L5

Más información:

Hacia Ío: el ambicioso plan para recoger muestras sin aterrizar

La posibilidad de recoger muestras directas del material eyectado por los volcanes de Ío, la luna más activa geológicamente del sistema solar, está siendo considerada con renovado interés tras una serie de estudios que exploran tanto la viabilidad técnica como el valor científico de dicha misión. Una reciente propuesta científica ha presentado los fundamentos para una misión de retorno de muestras basada en el sobrevuelo de las columnas volcánicas de Ío, sin necesidad de aterrizar en su superficie. Esta idea, que ha sido discutida en el marco del 56.º Congreso de Ciencia Lunar y Planetaria (LPSC 2025), plantea una estrategia de muestreo directo que evitaría los riesgos asociados a las intensas emisiones de radiación y actividad volcánica en la superficie de esta luna de Júpiter.

Imagen de plumas eruptivas de Ío observadas por la sonda Galileo en 1997
Fotografía capturada por Galileo en 1997 mostrando plumas volcánicas activas en Ío. Créditos: NASA/JPL

Ío se sitúa como un objetivo prioritario en los programas de retorno de muestras por su singularidad en la dinámica planetaria del sistema solar. Con más de 400 volcanes activos y un régimen de erupciones que pueden alcanzar los 400 km de altura, Ío representa un laboratorio natural excepcional para estudiar procesos geológicos como el vulcanismo extremo, la interacción entre satélites y campos magnéticos planetarios, y la evolución térmica de cuerpos planetarios sujetos a calentamiento por marea. A diferencia de cuerpos geológicamente inactivos, la superficie de Ío se encuentra en constante renovación, lo que ha permitido preservar materiales poco afectados por el envejecimiento espacial.

Desde su descubrimiento como mundo volcánicamente activo por la sonda Voyager 1 en 1979, los satélites de Júpiter han sido objeto de múltiples misiones, incluyendo Galileo, Cassini, New Horizons y, en la actualidad, Juno. Sin embargo, la exploración de Ío ha sido limitada debido al entorno extremadamente hostil que impone la magnetosfera de Júpiter, cuya intensa radiación puede dañar o destruir las sondas en períodos breves. Las propuestas anteriores, como las misiones FIRE o IVO, contemplaban sobrevuelos cercanos, pero ninguna fue seleccionada. La nueva propuesta recupera el interés en Ío, planteando una trayectoria más eficiente en términos de riesgo y costes: interceptar directamente una columna volcánica mediante un sobrevuelo controlado.

El diseño preliminar de la misión contempla una nave que realice varios sobrevuelos del satélite para identificar regiones activas. Una vez localizada una pluma volcánica activa —potencialmente en el volcán Prometeo, que ha mostrado una estabilidad eruptiva destacada—, la nave cruzaría la pluma en altitudes comparables a las de un avión comercial, utilizando un sistema de recolección de partículas integrado en una cápsula del tamaño de una bandeja. Este sistema permitiría capturar partículas sólidas y volátiles sin necesidad de contacto con la superficie, lo que evita muchas de las complicaciones de una misión de aterrizaje.

Impresión artística de la propuesta Prometheus cruzando una pluma volcánica en Ío
Impresión artística de la sonda Prometheus sobrevolando una pluma volcánica en Ío. Créditos: James Tuttle Keane

En la propuesta técnica, la misión se enmarca en el programa New Frontiers de NASA, con un perfil de vuelo que incluiría la inserción orbital en el sistema joviano, maniobras gravitatorias para ajustar la trayectoria y retorno balístico a la Tierra una vez completada la fase de muestreo. La duración estimada total sería de aproximadamente 9,4 años, incluyendo el viaje de ida, operaciones en órbita de Júpiter y regreso de las muestras.

La importancia científica de recuperar partículas directamente desde una columna volcánica de Ío reside en su potencial para revelar la composición isotópica y mineralógica del interior de esta luna. A diferencia de la Tierra, donde los procesos de erosión y tectónica complican el acceso a materiales antiguos, Ío puede ofrecer información sobre condiciones iniciales del sistema solar, ya que el material expulsado por sus volcanes podría proceder de capas profundas poco alteradas. Además, el estudio de estos materiales ayudaría a comprender las diferencias de composición con otras lunas de Júpiter como Europa o Ganímedes, así como los procesos de fraccionamiento químico inducidos por el calor de marea.

Ío está sometida a un intenso proceso de calentamiento interno debido a su interacción gravitatoria con Júpiter y las lunas vecinas Europa y Ganímedes. Este fenómeno, conocido como resonancia de Laplace, produce mareas internas que estiran y comprimen el cuerpo de Ío, generando calor por fricción en su interior. Esta energía térmica acumulada alimenta un océano magmático estimado en más de 30 km de espesor bajo la corteza. Los volcanes de Ío no solo presentan temperaturas extremas, sino que también están acompañados por características geológicas como lagos de lava, fuentes de fuego y montañas de varios kilómetros de altura formadas por colapsos de la corteza. Una de las erupciones más intensas jamás observadas en el sistema solar fue registrada en 2001 en el volcán Surt, con una emisión energética de hasta 80.000 GW.

Esquema del toro de plasma en la órbita de Ío
Esquema del toro de plasma sobre la órbita de Ío alrededor de Júpiter. Créditos: NASA/JPL

El entorno de Ío no es solo geológico, también es electromagnético. Las plumas volcánicas cargadas de partículas interaccionan con el potente campo magnético de Júpiter generando un anillo de plasma denominado «torus de Ío». Este entorno radiactivo plantea desafíos técnicos, pero también oportunidades para estudiar cómo la actividad interna de una luna puede afectar a su atmósfera y a su relación con el planeta anfitrión.

Las analogías con las misiones Apolo también refuerzan el valor del retorno de muestras. En la Luna, los astronautas de Apolo 17 descubrieron perlas de vidrio volcánico que revelaron propiedades inesperadas del interior lunar. En el caso de Ío, el estudio de los materiales de las plumas volcánicas podría arrojar información inédita sobre su manto, su atmósfera transitoria y la interacción entre componentes volátiles y minerales silicatados.

El artículo científico que sustenta esta propuesta, firmado por más de una veintena de investigadores y liderado por Aanu Adeloye, destaca que una misión de retorno de muestras desde Ío es tecnológicamente viable en el marco actual de desarrollo aeroespacial. La misión también se beneficiaría de simulaciones detalladas de la dinámica de las plumas, lo que permitiría planificar con precisión la trayectoria de vuelo y minimizar los riesgos para la nave.

Imagen del lado nocturno y el lado diurno de Ío tomada por la sonda Juno de la NASA. Créditos: NASA/JPL-Caltech/SwRI/MSSS/Emma Wälimäki

Además de mejorar la comprensión sobre la formación y evolución de Ío, los datos también serían relevantes para la astrobiología y la geofísica comparada. Los procesos de calentamiento de marea que se observan en Ío podrían estar actuando en otras lunas heladas del sistema joviano, donde, a diferencia de Ío, el calor interno no produce volcanismo silicatado, sino actividad criovolcánica asociada a la existencia de océanos subterráneos.

Este tipo de misiones de muestreo se inscribe dentro de un contexto más amplio de exploración del sistema joviano. La exploración de Júpiter y sus satélites ha adquirido un papel destacado en la agenda científica internacional, con misiones como JUICE de la ESA o Europa Clipper de NASA centradas en lunas con potencial astrobiológico. Aunque Ío no es un candidato para la habitabilidad, su estudio ofrece un marco de referencia para comprender los extremos del volcanismo planetario, los límites térmicos de los cuerpos sólidos y las condiciones que podrían haber prevalecido en las primeras etapas del sistema solar.

Con un perfil técnico basado en tecnología ya disponible, un diseño de misión orientado a la eficiencia operativa y un retorno científico elevado, la posibilidad de una misión como Prometheus —nombre propuesto para este retorno de muestras desde Ío— parece estar cada vez más cerca de ser considerada como parte de los planes estratégicos de exploración planetaria.