Titán muestra señales de lluvia de metano sobre sus mares

Un nuevo estudio astronómico ha revelado, por primera vez, evidencia de convección de nubes en el hemisferio norte de Titán, el mayor de los satélites de Saturno. Esta observación fue posible gracias a la combinación de datos infrarrojos obtenidos por el telescopio espacial James Webb y el observatorio terrestre Keck II, que permitieron penetrar la densa atmósfera de esta luna envuelta en neblina orgánica.

Con una atmósfera rica en nitrógeno y compuestos de carbono, Titán es uno de los cuerpos más interesantes para los estudios astrobiológicos. Su clima, que recuerda al terrestre, se basa no en el agua, sino en el metano como elemento principal del ciclo atmosférico. Este compuesto se evapora, forma nubes y, en ocasiones, precipita como lluvia sobre una superficie gélida donde el agua es dura como la roca. La región norte de Titán, donde se concentran la mayoría de sus lagos y mares, ha sido el escenario de estas nuevas observaciones.

Las campañas de observación tuvieron lugar en noviembre de 2022 y julio de 2023. En ambas fechas, los científicos detectaron nubes sobre latitudes medias y altas del hemisferio norte de Titán —actualmente en verano— que se elevaban a mayor altitud con el paso de los días. Este fenómeno no se había observado antes en esa zona, aunque sí en el hemisferio sur. Es relevante porque la evaporación de los lagos es una fuente importante de metano atmosférico, y este ciclo podría tener efectos importantes en la evolución del clima de Titán.

En comparación con la Tierra, donde la troposfera (la capa baja de la atmósfera) se extiende hasta unos 12 km, en Titán esta capa alcanza los 45 km debido a su baja gravedad. Webb y Keck, al observar en diferentes longitudes de onda infrarroja, pudieron estimar la altitud de las nubes y su evolución temporal. Aunque no se ha detectado lluvia directamente, las condiciones observadas son consistentes con precipitaciones esporádicas de metano o etano.

Además de las observaciones meteorológicas, los instrumentos de Webb permitieron identificar un elemento clave en la química atmosférica de Titán: el radical metilo (CH₃). Este compuesto, que contiene un electrón libre, se forma cuando las moléculas de metano se rompen por acción de la luz solar o por partículas energéticas del campo magnético de Saturno. Su detección representa un avance notable porque permite observar los procesos químicos en marcha, no solo los compuestos iniciales o finales.

Este proceso químico tiene implicaciones a largo plazo. A medida que el metano se rompe en la atmósfera superior y parte del hidrógeno se escapa al espacio, la reserva global de metano podría agotarse si no existe un mecanismo activo que lo reponga desde el interior del satélite. Esto ya ocurrió en el pasado en Marte con el agua, lo que llevó al planeta rojo a su estado actual, seco y desértico. En el caso de Titán, algunos científicos sugieren que podría existir una fuente subterránea de metano que alimente de forma continua su atmósfera.

Estos descubrimientos también aportan contexto para futuras misiones, como Dragonfly, el explorador aéreo de la NASA que está previsto que aterrice en Titán en 2034. Este vehículo volador recorrerá diversos entornos para estudiar in situ las condiciones ambientales y la química del satélite. La visión global de Webb, combinada con las exploraciones de Dragonfly, permitirá dar continuidad a la exploración de Saturno que inició la sonda Cassini-Huygens.

Referencias y más información:

Saturno alcanza las 274 lunas tras la confirmación de 128 nuevos satélites

El número de lunas conocidas de Saturno ha aumentado significativamente con la confirmación de 128 nuevos satélites en órbita alrededor del planeta anillado, elevando el total a 274. Este descubrimiento, realizado con el Telescopio Canadá-Francia-Hawái (CFHT), marca un hito en la exploración del sistema de Saturno, consolidándolo como el planeta con más lunas en el sistema solar, superando con creces las 95 de Júpiter.

Los nuevos satélites de Saturno han sido oficialmente reconocidos por la Unión Astronómica Internacional (IAU) tras un análisis detallado de sus órbitas. La mayoría de ellos son lunas irregulares, con diámetros entre 2 y 4 km, lo que indica que probablemente sean fragmentos de cuerpos más grandes que colisionaron en el pasado.

El equipo de investigación, dirigido por Edward Ashton, utilizó la técnica de «apilamiento de imágenes» para detectar estos pequeños satélites. Este método consiste en superponer múltiples exposiciones del cielo para resaltar objetos en movimiento que, de otro modo, serían demasiado débiles para ser observados. Gracias a esta técnica, lograron detectar las diminutas lunas y rastrear sus órbitas alrededor de Saturno.

El análisis de las órbitas y características de estas lunas sugiere que muchas de ellas podrían haberse formado a partir de la fragmentación de un satélite mayor. Estudios previos ya habían indicado que un evento catastrófico ocurrió hace entre 100 y 200 millones de años en el sistema de Saturno, generando numerosos fragmentos que hoy conforman estas pequeñas lunas.

Las lunas descubiertas se agrupan en tres familias orbitales principales:

  • Grupo Inuit: Presentan inclinaciones de aproximadamente 48° y podrían tener un origen común por colisión.
  • Grupo Gálico: Se diferencian por sus órbitas más circulares y podrían derivar de otro satélite mayor fragmentado.
  • Grupo Nórdico: Contiene la mayor cantidad de lunas y es donde se han identificado varias subfamilias, incluyendo la de Mundilfari, que se cree es el resultado de una colisión reciente en términos astronómicos.

El grupo Mundilfari es particularmente interesante debido a su distribución orbital y su alta proporción de lunas pequeñas, lo que respalda la hipótesis de un evento de disrupción en tiempos recientes.

El creciente número de lunas descubiertas en Saturno ha llevado a los astrónomos a cuestionar cuál es el límite para considerar un objeto como satélite natural. En la actualidad, la IAU reconoce cualquier objeto que orbite un planeta como una luna, independientemente de su tamaño, pero con el aumento de detecciones, podría ser necesario establecer una clasificación más precisa.

Algunos investigadores sugieren que los cuerpos menores a 1 km de diámetro deberían considerarse simplemente fragmentos de anillos o escombros espaciales. Sin embargo, dado que estos nuevos objetos tienen órbitas bien definidas y son significativamente más grandes que las partículas de los anillos de Saturno, cumplen con los criterios actuales para ser reconocidos como lunas.

El descubrimiento de estas lunas fue posible gracias a los avances en observación astronómica. La combinación de telescopios de gran campo de visión y técnicas de procesamiento de imágenes ha permitido identificar objetos cada vez más pequeños en las órbitas planetarias.

Sin embargo, los astrónomos creen que hemos alcanzado el límite de detección con la tecnología actual. Para encontrar lunas aún más pequeñas, será necesario esperar futuras misiones espaciales o telescopios más potentes.

El hallazgo de estas 128 lunas resalta la importancia de seguir explorando los sistemas de los gigantes gaseosos. Además de mejorar la comprensión sobre la formación y evolución de los sistemas satelitales, este tipo de estudios podría proporcionar información clave para futuras misiones espaciales, incluidas aquellas que busquen recursos en cuerpos menores del sistema solar.

La convención de nomenclatura de la IAU establece que las lunas de Saturno deben llevar nombres de la mitología nórdica, inuit o gálica. Hasta ahora, los descubrimientos más recientes han seguido esta tradición, pero con 128 nuevos satélites en la lista, es posible que sea necesario expandir las opciones.

Los investigadores han propuesto abrir un proceso de consulta con comunidades indígenas canadienses para nombrar algunos de los satélites en honor a figuras de su mitología. También se considera la posibilidad de realizar un concurso público para involucrar a la comunidad en la selección de nombres.

El descubrimiento de 128 nuevas lunas en Saturno ha duplicado el número de satélites conocidos del planeta, llevando el total a 274. Este avance refuerza la hipótesis de que muchas de estas lunas son fragmentos de colisiones recientes y destaca la necesidad de establecer criterios más precisos sobre qué constituye una luna.

Mientras que con la tecnología actual podría ser difícil detectar objetos más pequeños, futuras misiones y telescopios de nueva generación podrían revelar aún más satélites en los sistemas planetarios de los gigantes gaseosos.


Más información:

El Hubble desvela una década de cambios atmosféricos en los planetas gigantes del sistema solar

Desde 2014, el telescopio espacial Hubble ha estado observando las dinámicas atmosféricas de los gigantes gaseosos del sistema solar, los planetas Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, gracias al programa OPAL (Outer Planet Atmospheres Legacy). Este proyecto, que cumple una década de operaciones en 2024, ha generado un archivo sin precedentes de imágenes y datos que revelan los cambios y fenómenos que ocurren en las atmósferas de estos planetas a lo largo del tiempo.

Una mirada única a los planetas gigantes

Los planetas exteriores del sistema solar comparten algunas características clave: poseen atmósferas profundas, carecen de superficies sólidas y presentan sistemas climáticos únicos y dinámicos. Las observaciones del Hubble, con su alta resolución espacial, han permitido rastrear tormentas, cinturones nubosos, velocidades de viento y otros fenómenos atmosféricos. Además, estas investigaciones son fundamentales para entender cómo funcionan los climas en planetas similares alrededor de otras estrellas.

Gracias al programa OPAL, que realiza observaciones anuales durante las oposiciones de cada planeta (cuando están más cerca de la Tierra), el Hubble ha podido documentar algunos de los eventos más fascinantes y misteriosos en estos gigantes gaseosos y helados.

Evolución de las atmósferas de los planetas gaseosos durante una década de observaciones anuales del Hubble
Póster conmemorativo de los diez años de observaciones del programa OPAL. Créditos: NASA/ESA

Júpiter: un titán en constante movimiento

El gigante del sistema solar, Júpiter, presenta cinturones nubosos llenos de colores cambiantes, tormentas y vientos de cizalla. El Hubble ha seguido de cerca la evolución de ciclones, anticiclones y, por supuesto, la icónica Gran Mancha Roja, la tormenta más grande del sistema solar. Este vórtice anticiclónico, aunque se ha reducido en las últimas décadas, sigue siendo un área de estudio crucial.

Gracias a las observaciones en el ultravioleta, OPAL ha detectado fenómenos únicos como óvalos oscuros que solo son visibles en estas longitudes de onda. Estos descubrimientos complementan las observaciones de misiones como JUICE, de la Agencia Espacial Europea, que actualmente viaja hacia el sistema joviano para estudiar sus lunas Ganímedes, Calisto y Europa.

El planeta Júpiter y su Gran Mancha Roja captado por el telescopio espacial Hubble
Júpiter captado por el telescopio Hubble en 2021. Créditos: NASA, ESA, Amy Simon (NASA-GSFC), Michael H. Wong (UC Berkeley)

Saturno: estaciones y misterios en sus anillos

A pesar de que el programa OPAL solo ha cubierto un cuarto de la órbita de 29 años de Saturno, ha revelado cambios estacionales en su atmósfera. La inclinación axial de Saturno, a diferencia de Júpiter, permite que tenga estaciones, y el Hubble ha documentado variaciones en los colores de sus nubes y su velocidad de viento, posiblemente relacionadas con la altura de las capas atmosféricas. Estos cambios podrían ser periódicos, pero será necesario observar una órbita completa para confirmarlo.

Otro fenómeno estudiado son los enigmáticos radios oscuros de los anillos de Saturno. Detectados por primera vez por la Voyager 2 en 1981 y estudiados más tarde por la misión Cassini, el Hubble ha documentado la aparición y desaparición de estos radios transitorios, que giran alrededor del planeta en apenas unas rotaciones antes de desaparecer.

En 2025, los anillos de Saturno estarán alineados con la Tierra, haciendo que parezcan «desaparecer» temporalmente desde nuestra perspectiva, un evento que promete ser uno de los momentos astronómicos destacados del año.

El planeta Saturno y sus anillos captado por el telescopio espacial Hubble
Saturno captado por el Hubble en 2019. Créditos: NASA, ESA, Amy Simon (NASA-GSFC), Michael H. Wong (UC Berkeley)

Urano: estaciones extremas y tormentas de metano

El eje de rotación de Urano está inclinado casi 98° con respecto al plano de su órbita, provocando estaciones extremas que duran 42 años. Las observaciones del Hubble tras el equinoccio de primavera del planeta han permitido captar tormentas activas y nubes de cristales de hielo de metano en su atmósfera. Además, OPAL ha detectado una neblina fotoquímica sobre el polo norte del planeta, con pequeñas tormentas al borde del límite polar.

El planeta Urano y sus anillos captado por el telescopio espacial Hubble
Urano captado por el Hubble en 2022. Créditos: NASA, ESA, STScI, A. Simon (NASA-GSFC), M. H. Wong (UC Berkeley), J. DePasquale (STScI)

Neptuno: manchas oscuras y el Sol como protagonista inesperado

En Neptuno, las manchas oscuras de su atmósfera, observadas por primera vez por la Voyager 2 en 1989, han sido objeto de seguimiento gracias al programa OPAL. Estas estructuras, aunque menos duraderas que la Gran Mancha Roja de Júpiter, tienen ciclos de vida de entre dos y seis años. El Hubble ha documentado la formación, migración y disipación de estas manchas, ofreciendo un vistazo al ciclo completo de su existencia.

Un hallazgo inesperado de OPAL ha sido la relación entre la abundancia de nubes en Neptuno y el ciclo de actividad solar de 11 años. Este descubrimiento plantea preguntas interesantes sobre cómo el Sol, a pesar de estar a más de 4.500 millones de km de distancia, influye en la atmósfera de este lejano gigante helado.

El planeta Neptuno captado por el telescopio espacial Hubble
Urano captado por el Hubble en 2022. Créditos: NASA, ESA, STScI, A. Simon (NASA-GSFC), M. H. Wong (UC Berkeley), J. DePasquale (STScI)

Una década de avances y un futuro prometedor

Tras diez años de operaciones, el programa OPAL ha demostrado ser una herramienta clave para comprender la meteorología de los planetas gigantes del sistema solar. Desde las dinámicas de las tormentas de Júpiter hasta las estaciones extremas de Urano y los enigmas de los anillos de Saturno, las observaciones del Hubble han proporcionado una base sólida para futuras investigaciones. Además, estos datos complementan misiones en curso como JUICE y enriquecerán las observaciones que se realicen con el telescopio James Webb.


Fuentes y más información:

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El Hubble revela cambios atmosféricos en los planetas gigantes del sistema solar

El Telescopio Espacial Hubble de la NASA, y de la ESA en menor medida, ha completado su gran gira anual por el Sistema Solar exterior. Este es el reino de los planetas gigantes Júpiter, Saturno y los planetas helados Urano y Neptuno, extendiéndose hasta 30 veces la distancia entre la Tierra y el Sol. A diferencia de los planetas rocosos como la Tierra y Marte que se apiñan cerca del calor del Sol, estos mundos lejanos están compuestos principalmente de masas gaseosas frías de hidrógeno, helio, amoníaco, metano y otros gases traza alrededor de un gran núcleo.

Las imágenes tomadas por el Telescopio Hubble forman parte de mapas anuales como parte del programa OPAL (Outer Planets Atmospheres Legacy). Cada año proporciona fotografías y datos acerca de los planetas para analizar los cambios en sus tormentas, vientos y nubes.

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Los anillos de Saturno y órbitas de sus lunas más próximas

Saturno anillos y lunas próximas
Saturno anillos y lunas próximas. Créditos imágenes: NASA/ESA/JPL. Composición: Julio J. Díez. Pincha en la imagen para ver a tamaño real

Animación gráfica con los anillos y divisiones principales, además de las lunas más próximas de Saturno, realizado por Julio J. Díez para No Solo Sputnik!.