Hoy, 2 de noviembre, se cumple un cuarto de siglo desde que la humanidad mantiene de forma ininterrumpida una presencia más allá de la Tierra. En esa misma fecha del año 2000, los astronautas William Shepherd, Yuri Gidzenko y Sergei Krikalev ingresaron en la Estación Espacial Internacional (ISS) para iniciar la Expedición 1. Desde entonces, siempre ha habido al menos una tripulación orbitando el planeta, sin que la continuidad se haya interrumpido en ningún momento.
Esa permanencia ininterrumpida representa el periodo más largo de ocupación humana fuera del planeta y constituye uno de los logros tecnológicos y operativos más notables de la historia de la exploración espacial. Mantener equipos en órbita durante veinticinco años ha exigido una infraestructura compleja de soporte vital, transporte y comunicaciones, además de una cooperación internacional sostenida entre agencias y empresas.
Desde noviembre de 2000, más de 290 personas de 26 países han habitado en el espacio, relevándose de forma periódica en misiones que se solapan para garantizar la continuidad. Cada tripulación realiza investigaciones científicas, mantenimiento de sistemas y observaciones de la Tierra en condiciones de microgravedad, aportando datos fundamentales sobre la adaptación del cuerpo humano y los materiales a entornos prolongados fuera del campo gravitatorio terrestre.
En estos veinticinco años, el número de personas que viven simultáneamente fuera de la Tierra ha alcanzado cifras inéditas. El récord se estableció en septiembre de 2024, cuando coincidieron diecinueve astronautas en el espacio: doce a bordo de la Estación Espacial Internacional, tres en la estación china Tiangong y cuatro más en una cápsula Crew Dragon en la misión Polaris Dawn.
La vida en órbita ha evolucionado de forma significativa. Los primeros equipos vivían en entornos reducidos con recursos limitados, mientras que las tripulaciones actuales disponen de amplios espacios presurizados, laboratorios científicos y conexiones de comunicación que permiten incluso enlaces de vídeo en tiempo real. Las jornadas incluyen periodos de ejercicio obligatorio para mitigar los efectos fisiológicos de la microgravedad, además de rutinas médicas, experimentos y operaciones técnicas. El reciclado del agua y el aire ha alcanzado niveles de eficiencia que permiten estancias de varios meses con autonomía parcial de recursos.
La presencia humana continua no se ha limitado al segmento internacional de la ISS. Desde 2021, China mantiene su propia estación orbital permanente, Tiangong (“Palacio Celestial”), compuesta por los módulos Tianhe, Wentian y Mengtian. En ella se suceden tripulaciones de tres astronautas cada seis meses, garantizando un segundo punto de ocupación humana constante en órbita terrestre baja. El programa, gestionado por la Agencia Espacial Tripulada China (CMSA), ha establecido un flujo estable de vuelos tripulados Shenzhou y cargueros Tianzhou, y se integra en los planes del país para misiones lunares de la próxima década.

Rusia ha anunciado el desarrollo de la estación orbital ROSS, que adoptará una órbita polar para observar toda la superficie terrestre. El nuevo complejo está previsto para la próxima década y se basará en la experiencia acumulada con los módulos rusos de la ISS y las operaciones del programa Soyuz. Su propósito será mantener una infraestructura tripulada nacional que garantice la continuidad del trabajo científico y de observación desde el espacio.
Además de China y Rusia, otras naciones avanzan hacia el acceso tripulado propio. India desarrolla el proyecto Gaganyaan, que prevé realizar vuelos orbitales con tripulación a bordo de una nave nacional impulsada por cohetes LVM3. Japón estudia el diseño de vehículos reutilizables dentro de su cooperación en el programa lunar Artemisa, mientras que la Agencia Espacial Europea (ESA) evalúa sistemas de transporte tripulado y su participación en estaciones comerciales privadas. Estos proyectos reflejan una tendencia hacia la diversificación del acceso humano al espacio y la consolidación de una presencia multipolar más allá de la Tierra.

La continuidad de la presencia humana en el espacio depende de una combinación de recursos públicos y privados. La Estación Espacial Internacional, principal escenario de esta etapa, continuará operando al menos hasta 2030. Tras su retirada, la NASA planea mantener la presencia en órbita mediante estaciones comerciales desarrolladas por empresas estadounidenses como Axiom Space y Blue Origin. El objetivo es evitar cualquier interrupción en la ocupación humana del entorno terrestre y asegurar la transición hacia una infraestructura de exploración más amplia, que incluya hábitats lunares y vehículos interplanetarios.
El desarrollo de estaciones orbitales comerciales y naves reutilizables ha abierto también la posibilidad de una presencia civil y turística en el espacio. Empresas como Axiom Space, SpaceX y Blue Origin contemplan misiones con tripulaciones privadas de corta duración, destinadas a experimentos, formación o visitas de carácter comercial. Aunque este tipo de vuelos sigue siendo minoritario, contribuye a sostener la infraestructura necesaria para mantener la actividad tripulada y a consolidar un nuevo mercado orbital que complementa los objetivos científicos y tecnológicos tradicionales.
Mantener una presencia permanente en órbita durante veinticinco años ha permitido estudiar cómo la radiación, la microgravedad y el aislamiento afectan a la fisiología, el comportamiento y los sistemas tecnológicos. También ha consolidado la capacidad de ensamblar, mantener y abastecer grandes estructuras habitables fuera del planeta, lo que constituye un paso esencial tanto para misiones más allá de la órbita como para quizás una explotación comercial privada de la órbita baja.