La estrella Betelgeuse no está sola

Betelgeuse, la supergigante roja visible en el hombro de la constelación de Orión, ha sido observada durante siglos como una de las estrellas más brillantes y cambiantes del cielo. Sin embargo, tras décadas de sospechas, un nuevo estudio confirma que no se encuentra sola. Un equipo internacional liderado por la astrofísica Anna O’Grady, del McWilliams Center for Cosmology de la Universidad Carnegie Mellon, ha identificado señales inequívocas de la existencia de una estrella compañera que orbita en torno a Betelgeuse. El hallazgo, publicado el 8 de octubre de 2025 en The Astrophysical Journal, transforma la comprensión de este sistema estelar y de la evolución de las supergigantes rojas.

Las primeras evidencias indirectas de un posible compañero surgieron a partir de pequeñas oscilaciones en el brillo y la velocidad radial de Betelgeuse, con un ciclo aproximado de seis años. Este patrón no podía explicarse únicamente por pulsaciones internas ni por variaciones debidas al polvo, y varios modelos propusieron que una segunda estrella podría estar perturbando el entorno de la supergigante. Pero observar cualquier objeto tan próximo a Betelgeuse resulta extremadamente complejo: su diámetro es unas 700 veces mayor que el del Sol y su brillo es miles de veces más intenso, lo que ofusca cualquier señal cercana.

El equipo de O’Grady aprovechó una oportunidad excepcional para observar el sistema en diciembre de 2024, cuando el supuesto compañero alcanzó su máxima separación aparente antes de quedar oculto durante otros dos años. Las observaciones se realizaron mediante tiempo discrecional de dirección en los telescopios espaciales Chandra y Hubble, un tipo de asignación reservada a investigaciones de especial relevancia. Chandra proporcionó las observaciones en rayos X más profundas obtenidas jamás de Betelgeuse, mientras que Hubble aportó datos complementarios en el ultravioleta.

Los resultados fueron claros: no se detectó ninguna emisión de rayos X procedente de la posición esperada del compañero, lo que permitió descartar que se tratara de un objeto compacto, como una estrella de neutrones o una enana blanca. Este tipo de cuerpos, si existieran en un sistema tan cercano, generarían un brillo intenso en rayos X debido a la acreción de materia procedente del viento estelar de Betelgeuse.

La ausencia de radiación de alta energía llevó a los investigadores a concluir que el compañero es una estrella normal de baja masa, probablemente un objeto estelar joven de tamaño similar al del Sol. Este tipo de estrellas, conocidas como “objetos estelares jóvenes” o YSO por sus siglas en inglés, se caracterizan por mostrar cierta actividad magnética y luminosidad moderada en rayos X, dentro de los márgenes observados. En este escenario, Betelgeuse sería la estrella más masiva de un sistema binario con una compañera que aún no ha alcanzado completamente la secuencia principal.

El estudio combina los datos de Chandra con simulaciones orbitales y modelos de evolución estelar. Se estima que la compañera, denominada provisionalmente α Ori B o “Betelbuddy”, tiene entre 0,6 y 2 masas solares y orbita a una distancia de unos 9 unidades astronómicas, equivalente a unas 1.850 veces el radio solar. La órbita es casi circular y su periodo es de unos seis años. Los análisis indican además que el viento y el polvo expulsados por Betelgeuse podrían interactuar con la estrella secundaria, generando variaciones periódicas de brillo al despejar o concentrar el polvo en determinadas fases orbitales.

Esta relación binaria explica en parte las misteriosas oscilaciones de luminosidad observadas desde hace décadas, incluida la gran disminución de brillo registrada entre 2019 y 2020. Aquel episodio, inicialmente interpretado como posible preludio de una supernova, se atribuye hoy a una nube de polvo expulsada desde la superficie de la supergigante. La existencia de un compañero en órbita refuerza la hipótesis de que las interacciones gravitatorias pueden influir en la formación de estas nubes y en la dinámica de su envoltura estelar.

Betelgeuse es una de las supergigantes rojas más cercanas a la Tierra, situada a unos 168 parsecs, equivalentes a 550 años luz. Su masa actual se estima en unas 16 o 17 masas solares y su edad ronda los 10 millones de años. Se encuentra en una fase avanzada de su evolución y acabará explotando como supernova en los próximos cien mil años, un proceso en el que la presencia de un compañero puede desempeñar un papel determinante. Las estrellas binarias con relaciones de masa tan extremas como esta, una supergigante y una compañera solar, son poco comunes, por lo que este sistema representa un caso de estudio excepcional.

Los autores del trabajo subrayan que el hallazgo no solo resuelve un viejo enigma, sino que también obliga a revisar los modelos de formación de sistemas binarios. En general, las estrellas dobles se forman con masas relativamente parecidas, pero Betelgeuse y su compañera presentan una diferencia de más de un orden de magnitud. Esto sugiere que el sistema pudo formarse en condiciones inusuales o que experimentó una evolución temprana marcada por transferencia de masa o procesos de captura.

La investigación también aportó nuevos límites sobre la emisión de Betelgeuse en sí misma. Al combinar los datos recientes con observaciones previas del observatorio Chandra, el equipo estableció que la supergigante es prácticamente oscura en rayos X, con una relación entre luminosidad en rayos X y luminosidad total inferior a una diezmilésima de la solar. Este resultado confirma que las supergigantes rojas carecen de una corona caliente como la del Sol y que la energía de sus capas externas se libera principalmente a través de convección y viento estelar.

Durante la revisión del estudio, otro grupo independiente anunció una posible detección directa del compañero mediante observaciones ópticas de alta resolución. Los resultados, presentados por Howell y colaboradores en 2025, describen una estrella con entre 1,4 y 2 masas solares, compatible con las conclusiones de O’Grady y su equipo. Si se confirma, Betelgeuse pasará definitivamente a la categoría de sistemas binarios observados, y su evolución futura podrá estudiarse con mayor precisión cuando el compañero vuelva a separarse angularmente dentro de unos años.

Referencias y más información

  • O’Grady, A. J. G. et al. (2025). Betelgeuse’s Buddy: X-Ray Constraints on the Nature of α Ori B. The Astrophysical Journal, 992:107. DOI: 10.3847/1538-4357/adff83.
  • Goldberg, J. A. et al. (2025). Hubble UV Spectroscopic Observations of Betelgeuse’s Companion. Preprint, arXiv:2505.18375.

NGC 5907 ULX, el púlsar más brillante conocido

La pasada semana se dió a conocer el hallazgo del púlsar más brillante observado hasta la fecha a una distancia de 50 millones de años-luz de nosotros. Tal como publica la revista Science, se llama NGC 5907 ULX. En un segundo, emite la misma cantidad de energía que nuestro Sol en tres años y medio, según informó la NASA. Según el autor de la publicación, Gian Luca Israel del Observatorio Astronómico de Roma, la cantidad de energía liberada supera con creces los modelos establecidos en eventos de este tipo para una estrella de neutrones en acreción. «Este objeto realmente está desafiando nuestra comprensión actual del proceso de acreción de los púlsares de alta luminosidad…» dijo el autor de la publicación.

NGC 5907 ULX es el pulsar más brillante jamás observado
NGC 5907 ULX es el pulsar más brillante jamás observado. Esta imagen comprende los datos de emisión de rayos X (azul / blanco) del telescopio espacial XMM-Newton de la ESA y el observatorio Chandra de rayos X de la NASA, así como datos ópticos de la Sloan Digital Sky Survey (galaxia y estrellas de primer plano). Créditos: ESA/ XMM-Newton, NASA/Chandra y SDSS.

Los púlsares son estrellas de neutrones con una rotación rapidísima, con un diámetro de 20-30 km. Se encuentran altamente magnetizadas con el eje magnético inclinado con respecto al eje de rotación. Se cree que emiten radiación surgida de la aceleración de partículas cargadas por encima de los polos magnéticos. Al girar tan rápido, es posible que el polo magnético de la estrella coincida con la posición de nuestro planeta, permitiendo la observación del mismo, y lo que percibimos por tanto serían pulsos de radiación que se repiten una y otra vez en un corto periodo de tiempo, a modo de faro, debido a su rápida rotación. Actualmente hay en órbita satélites experimentales estudiando diferentes tipos de púlsares para quizás en un futuro las naves espaciales se orienten en el espacio por estas estrellas pulsantes, dado que tienen una precisión comparable a la de un reloj atómico. Continúa leyendo NGC 5907 ULX, el púlsar más brillante conocido