La misión europea Solar Orbiter muestra el desplazamiento del campo magnético en el polo sur solar

La sonda Solar Orbiter de la Agencia Espacial Europea (ESA) ha captado por primera vez el movimiento del campo magnético en el polo sur del Sol, un fenómeno clave para comprender el ciclo magnético solar. Los datos, obtenidos durante marzo de 2025 y analizados por un equipo del Instituto Max Planck para la Investigación del Sistema Solar (MPS), muestran que las estructuras magnéticas se desplazan hacia el polo a velocidades mayores de lo que predecían los modelos anteriores.

El Sol sigue un ciclo magnético de unos once años, regulado por dos grandes corrientes de plasma que circulan en cada hemisferio. Cerca de la superficie, esas corrientes transportan las líneas del campo magnético desde el ecuador hacia los polos; en el interior, regresan hacia el ecuador, cerrando una vasta “cinta transportadora” de magnetismo solar. Esta dinámica determina la periodicidad de la actividad solar, pero sus mecanismos, especialmente en las regiones polares, seguían siendo desconocidos por la limitada perspectiva que ofrecen las observaciones desde la Tierra o desde la eclíptica.

Lanzada en 2020, Solar Orbiter orbita el Sol en trayectorias elípticas cada vez más inclinadas. En marzo de 2025, por primera vez, la nave se situó a 17 grados respecto al plano orbital de los planetas, lo que permitió observar el polo sur solar con una claridad inédita. La nueva investigación, publicada en The Astrophysical Journal Letters, combina los datos de dos de sus instrumentos principales: el Polarimetric and Helioseismic Imager (PHI), que mide la dirección y velocidad de los flujos de plasma y la intensidad del campo magnético en la fotosfera, y el Extreme Ultraviolet Imager (EUI), que capta las emisiones del ultravioleta extremo en la cromosfera.

Las imágenes del EUI revelan una red de puntos brillantes que traza las huellas del campo magnético en la atmósfera solar. Estas estructuras, originadas en las celdas de convección llamadas supergranulaciones —formaciones de plasma caliente de entre dos y tres veces el tamaño de la Tierra—, delinean los bordes de la red magnética solar. Al combinar ocho días de observaciones, los investigadores pudieron seguir el desplazamiento de esos puntos a medida que el Sol rota, observando que se mueven hacia el polo sur a una velocidad media de entre 10 y 20 metros por segundo.

Este hallazgo contradice las estimaciones anteriores, basadas en observaciones desde la eclíptica, que indicaban un flujo mucho más lento en las latitudes polares. Según los investigadores, las supergranulaciones actúan como trazadores naturales del movimiento del campo magnético y hacen visible, por primera vez, el componente polar del ciclo solar.

Las mediciones del instrumento PHI complementan esta visión al mostrar la distribución de las velocidades y los campos magnéticos fotosféricos en la región polar. Juntas, ambas series de datos ofrecen una imagen más precisa de cómo la materia y el magnetismo interactúan en los extremos del Sol, donde se originan procesos determinantes para la formación del campo magnético global y el comportamiento del viento solar.

Aunque los resultados proporcionan una instantánea detallada del polo sur, representan solo un momento del ciclo solar. Los científicos esperan que las próximas órbitas de Solar Orbiter, cada vez más inclinadas, permitan obtener observaciones prolongadas y desde mayores latitudes, cruciales para comprobar si esta circulación magnética mantiene su velocidad a lo largo de todo el ciclo de once años.

Los datos confirman que el magnetismo solar es más dinámico y uniforme de lo que se creía. Las futuras campañas de Solar Orbiter podrían finalmente esclarecer el papel de los polos en la generación del campo magnético global y, por extensión, en los periodos de máxima y mínima actividad del Sol.

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La NASA lanza la misión IMAP para estudiar la heliosfera

La NASA lanzó ayer 24 de septiembre la Sonda de Cartografía y Aceleración Interestelar (IMAP, por sus siglas en inglés), a bordo de un cohete Falcon 9 desde Cabo Cañaveral (Florida). El objetivo de esta misión es estudiar la heliosfera, la gran burbuja generada por el Sol que actúa como escudo natural frente a partículas y radiación procedentes del medio interestelar. Junto a esta carga de la NASA, el lanzador de SpaceX puso en órbita dos cargas más de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA).

Créditos: NASA

El interés científico de IMAP se centra en comprender cómo la heliosfera protege la vida en la Tierra, cómo cambia con la actividad solar y de qué manera se relaciona con el entorno galáctico. Además, proporcionará mediciones casi en tiempo real del viento solar, lo que permitirá mejorar los modelos de predicción de la meteorología espacial, cuyos efectos van desde interrupciones eléctricas hasta riesgos para satélites y astronautas en el espacio profundo.

El espacio cercano a la Tierra está impregnado de radiación y partículas de alta energía, capaces de dañar tanto sistemas electrónicos como material biológico. La vida en el sistema solar perdura en parte gracias a la heliosfera, una burbuja que se extiende mucho más allá de Neptuno y que depende directamente de la estructura del Sol y de su actividad magnética.

IMAP viajará ahora hasta el primer punto de Lagrange entre la Tierra y el Sol (L1), a una distancia de alrededor de 1,6 millones de kilómetros Tierra en dirección al Sol, donde cartografiará los límites de la heliosfera y estudiará la interacción del viento solar con el material interestelar. Lo hará mediante diez instrumentos científicos, tres de los cuales están diseñados para detectar átomos neutros energéticos, partículas que viajan en línea recta desde los confines de la heliosfera y que permiten reconstruir, a distancia, la dinámica de sus regiones más lejanas.

La nave IMAP tiene forma cilíndrica, con 0,9 m de altura y 2,4 m de diámetro. Su masa total en lanzamiento es de 797 kg, incluidos 196 kg de propelente. Está diseñada para girar sobre sí misma cada 15 segundos, lo que permite que sus 10 instrumentos escaneen todo el cielo de manera uniforme y continua. La energía la proporcionan paneles solares capaces de mantener activos todos los sistemas e instrumentos científicos. Para minimizar interferencias, el magnetómetro se instala en el extremo de un brazo desplegable de 2,5 m de longitud.

Créditos: NASA/Princeton University/Patrick McPike

Los diez instrumentos a bordo permiten caracterizar desde partículas energéticas hasta polvo cósmico:

  • SWAPI (Solar Wind and Pickup Ions): mide los iones del viento solar y átomos neutros que se ionizan al entrar en el sistema solar.
  • MAG (Magnetometer): registra el campo magnético interplanetario, clave para entender las interacciones Sol-medio interestelar.
  • IMAP-Lo: observa átomos neutros energéticos (ENA) de baja energía, que se forman en el límite de la heliosfera.
  • IMAP-Hi: cartografía ENA de energía media en la frontera exterior de la heliosfera.
  • HIT (High-energy Ion Telescope): estudia iones de alta energía procedentes tanto del Sol como del espacio profundo.
  • IMAP-Ultra: amplía el rango de observación de los ENA a las energías más altas detectables.
  • IDEX (Interstellar Dust Experiment): analiza directamente la composición del polvo interestelar e interplanetario.
  • CoDICE (Compact Dual Ion Composition Experiment): determina masa y carga de iones de origen solar e interestelar.
  • GLOWS (Global Solar Wind Structure): mide la débil luz ultravioleta emitida por el hidrógeno neutro para seguir la estructura del viento solar.
  • SWE (Solar Wind Electron Instrument): cuantifica los electrones del viento solar.

La misión se apoya en el experiencia anterior de los Exploradores de la Frontera Interestelar (IBEX) y en las sondas Voyager, que fueron los primeros ingenios humanos en atravesar la heliopausa y enviar datos desde el espacio interestelar. Sin embargo, IMAP dispondrá de una resolución treinta veces superior a la de IBEX, lo que permitirá obtener un mapa más detallado de la frontera de nuestra estrella.

Además de investigar los procesos de aceleración de partículas, la misión también medirá de manera directa el polvo cósmico interestelar, formado por diminutos granos de roca y carbono que llegan al sistema solar desde explosiones de supernovas. Estos datos contribuirán a reconstruir la composición química de las estrellas que rodean al sistema solar y a ampliar el conocimiento sobre la evolución del Sol en su contexto galáctico.

Desde su posición en el punto de Lagrange 1, a 1,6 millones de km de la Tierra hacia el Sol, IMAP también tendrá un papel clave en la monitorización del viento solar. Sus datos serán esenciales para el desarrollo de modelos de predicción de tormentas solares y para preparar futuros viajes tripulados, como los previstos en el marco del proyecto Artemis a la Luna.

La misión forma parte del Programa de Sondas Solares Terrestres de la NASA, y se suma a otras iniciativas recientes de exploración del Sol como la sonda Parker Solar Probe, que estudia la corona solar a gran proximidad. Ambas proporcionarán información complementaria sobre los procesos que gobiernan nuestra estrella y su influencia en el entorno interplanetario.

Créditos: NASA/Kim Shiflett

Más información:
Misión IMAP en NASA Science

Parker Solar Probe completa su misión principal tras un nuevo paso por la corona solar

La sonda solar Parker o Parker Solar Probe, desarrollada por la NASA para adentrarse como nunca antes en la estructura del Sol, ha completado su 24.º sobrevuelo cercano al astro rey el pasado 19 de junio de 2025. Durante esta maniobra alcanzó nuevamente su récord de distancia mínima al acercarse a tan solo 6,2 millones de km de la superficie solar, es decir, a unas 9 veces el radio solar. A esa distancia extrema, que representa la más corta jamás alcanzada por una nave espacial, la sonda viajó a una velocidad de 687.000 km/h, una cifra que también iguala el récord anterior obtenido en diciembre de 2024 y marzo de 2025.

Recreación artística de la sonda Parker Solar Probe orbitando el Sol. Créditos: NASA

La misión, parte del programa Living With a Star de la NASA, está diseñada para estudiar de forma directa la actividad solar y el entorno inmediato de la corona solar, con el objetivo de entender mejor los mecanismos que generan fenómenos como el viento solar, las eyecciones de masa coronal y las tormentas geomagnéticas. Estos eventos afectan tanto a los satélites en órbita como a la seguridad de astronautas, comunicaciones, redes eléctricas e incluso la navegación aérea en la Tierra.

La sonda fue lanzada el 12 de agosto de 2018 y, desde entonces, ha ejecutado una trayectoria en espiral alrededor del Sol, utilizando asistencias gravitatorias de Venus para reducir progresivamente su órbita. Sin embargo, tras la última de estas maniobras, Parker se encuentra ya dentro de la órbita de Venus, por lo que no podrá acercarse más a nuestra estrella. Su órbita actual es altamente elíptica y tarda unos 88 días en completarse. Aunque la misión base ha concluido con este sobrevuelo número 24, la nave continuará operativa y recopilando datos hasta que se revisen los próximos pasos del proyecto en 2026.

Diseñada y construida por el Laboratorio de Física Aplicada Johns Hopkins (APL), la Parker Solar Probe dispone de cuatro conjuntos de instrumentos científicos que continúan funcionando en perfecto estado. Estos instrumentos recopilan datos clave sobre el entorno extremo del Sol, gracias a la protección de un escudo térmico de carbono conocido como Sistema de Protección Térmica (Thermal Protection System), que soporta temperaturas superiores a los 870 °C. Durante los momentos de mayor exposición, la nave opera de forma autónoma, ya que las condiciones impiden la comunicación directa con la Tierra.

Uno de los grandes misterios que busca resolver la misión es por qué la corona solar —la capa más externa de la atmósfera del Sol— alcanza temperaturas de millones de grados, mientras que la superficie visible o fotosfera se mantiene en torno a los 6.000 °C. Parte de la respuesta podría encontrarse en los procesos de reconexión magnética, que han sido observados gracias a los instrumentos de Parker. Este fenómeno, donde las líneas de campo magnético se rompen y reconectan de forma explosiva, genera partículas altamente energéticas y se cree que contribuye tanto al calentamiento coronal como a la aceleración del viento solar.

Durante este último acercamiento, se volvió a detectar actividad de reconexión magnética en las cercanías del Sol, lo que permite ahora a los científicos analizar este proceso en un entorno mucho más extremo que el entorno terrestre, donde también se ha estudiado previamente. Esta información es crucial para mejorar los modelos de predicción del clima espacial, especialmente en una etapa de alta actividad del ciclo solar 25, que se encuentra actualmente en su fase de máximo.

Aunque el combustible de sus propulsores se agotará en algún momento y con ello su capacidad de orientación, la nave seguirá orbitando el Sol de forma indefinida. Cuando eso ocurra, la misión tiene previsto girar la sonda para exponer directamente sus instrumentos al calor solar, un gesto que marcará simbólicamente el final operativo de la misión. Los instrumentos no sobrevivirán, pero su escudo térmico podría mantenerse en órbita solar durante millones de años, convertido en un vestigio de la era de la exploración del Sol.

La Parker Solar Probe no ha sido la única en acercarse al Sol, pero sí la más osada. A diferencia de los mitos como Ícaro, esta nave ha logrado «tocar» el Sol en múltiples ocasiones. Y con ello, ha transformado nuestra comprensión del entorno solar, aportando información fundamental sobre los mecanismos que gobiernan el sistema solar interior y permitiendo establecer conexiones directas con fenómenos que afectan nuestro propio planeta. Aún queda trabajo por hacer en los próximos años, pero la misión ya ha consolidado su lugar como una de las más ambiciosas y productivas en la historia de la exploración del Sol.

NASA lanza TRACERS para estudiar la conexión entre el Sol y la magnetosfera terrestre

La misión TRACERS de la NASA ya está en órbita: un nuevo paso para comprender la interacción entre el Sol y la Tierra

Con el reciente lanzamiento de la misión TRACERS, la NASA ha dado un nuevo impulso al estudio de las complejas relaciones que rigen la interacción entre la actividad solar y la magnetosfera terrestre. Esta misión, cuyo nombre completo es Tandem Reconnection and Cusp Electrodynamics Reconnaissance Satellites, se compone de dos satélites idénticos que operarán en tándem en una órbita polar baja terrestre. Su objetivo principal es analizar las regiones de la magnetosfera donde se produce la reconexión magnética, un fenómeno clave en el acoplamiento entre el viento solar y la atmósfera superior de la Tierra.

Lanzada desde la costa este de Estados Unidos el pasado 23 de julio a bordo de un Falcon 9 de SpaceX, TRACERS forma parte del programa de exploración heliosférica de la NASA. Ha sido gestionada por el Southwest Research Institute (SwRI), en colaboración con varias universidades estadounidenses como Iowa, UCLA y Berkeley. Esta misión se integra en un conjunto de iniciativas recientes como PUNCH y EZIE, que en conjunto ofrecen una visión completa de cómo fluye la energía desde el Sol a través del viento solar, hasta interactuar con la magnetosfera terrestre. Las sinergias entre estas tres misiones permitirán refinar modelos teóricos y mejorar la predicción del tiempo espacial, con implicaciones prácticas directas en las comunicaciones, la navegación por satélite y la protección de infraestructuras eléctricas.

TRACERS tiene como región prioritaria de observación las zonas llamadas “cúspides polares”, áreas donde las líneas del campo magnético terrestre se abren al espacio interplanetario, facilitando el ingreso de partículas energéticas. Estas regiones son esenciales para comprender la transferencia de energía del Sol a la Tierra. A diferencia de otras misiones que estudian estos fenómenos desde órbitas más altas o con trayectorias heliocéntricas, TRACERS operará desde una órbita baja terrestre, lo que le permitirá realizar observaciones locales de alta resolución. Este enfoque complementa las perspectivas globales ofrecidas por otras misiones como Solar Orbiter o la Parker Solar Probe, centradas en la estructura y la actividad solar en regiones más próximas al Sol.

Cada uno de los dos satélites de TRACERS está equipado con un conjunto de instrumentos diseñados para medir las fluctuaciones del campo magnético, el campo eléctrico y las partículas cargadas. Entre los instrumentos destacan los magnetómetros proporcionados por la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) y los analizadores de campo eléctrico desarrollados por la Universidad de California en Berkeley. Estas mediciones permitirán a los científicos trazar con precisión la evolución espacio-temporal de los procesos de reconexión magnética y su relación con la actividad solar, los cambios de polaridad del Sol y las eyecciones de masa coronal.

Una de las principales fortalezas de la misión es su configuración en tándem. Los dos satélites volarán separados por una distancia controlada, permitiendo obtener mediciones simultáneas en dos puntos diferentes del mismo fenómeno. Esta técnica permite diferenciar mejor las estructuras espaciales de las variaciones temporales, algo fundamental cuando se analizan procesos tan dinámicos como los que ocurren en la cúspide magnética terrestre. Además, este enfoque facilita la validación de modelos tridimensionales del entorno magnetosférico, contribuyendo a comprender la dinámica del plasma a escala planetaria.

TRACERS también constituye un hito en términos de eficiencia y aprovechamiento de recursos. La misión ha sido desarrollada bajo el programa Heliophysics Small Explorers (SMEX) de la NASA, que promueve el diseño de misiones científicas de menor coste pero con alta rentabilidad científica. A través de colaboraciones universitarias e institucionales, la misión no solo fomenta el avance del conocimiento, sino que también contribuye a la formación de nuevas generaciones de especialistas en física espacial, plasma magnetosférico e instrumentación avanzada.

Desde el punto de vista científico, TRACERS se centrará en responder algunas de las grandes preguntas abiertas sobre el acoplamiento Sol-Tierra: ¿cómo varía la tasa de reconexión magnética con el tiempo? ¿Qué condiciones determinan la eficiencia de esta transferencia energética? ¿Qué relación existe entre las perturbaciones detectadas en las cúspides y fenómenos más globales como las tormentas geomagnéticas o las auroras polares? Los datos recogidos permitirán abordar estas cuestiones desde una nueva perspectiva, integrando observaciones de alta resolución con simulaciones numéricas y modelos globales.

El desarrollo de TRACERS ha ido acompañado de la creación de una red internacional de cooperación científica, que permitirá compartir datos en tiempo real con observatorios terrestres y satélites en órbitas superiores. Esto abre la posibilidad de crear campañas coordinadas de observación entre múltiples instrumentos, lo cual mejorará la comprensión sincrónica de los eventos de reconexión. Además, los datos generados estarán disponibles públicamente, como es habitual en las misiones científicas de la NASA, fomentando la investigación abierta y colaborativa.

En resumen, el lanzamiento de TRACERS representa un avance estratégico en el estudio del entorno espacial terrestre y en nuestra capacidad para comprender los mecanismos que rigen el clima espacial. Al centrarse en la región donde convergen el campo magnético del planeta y el viento solar, esta misión ofrecerá información inédita sobre cómo se produce el intercambio de energía y materia entre el Sol y la Tierra. Su contribución será especialmente valiosa cuando se combine con los datos de otras misiones recientes, permitiendo construir un modelo integrado del sistema Sol-Tierra. A medida que avance la misión, TRACERS se consolidará como una pieza clave en el mosaico de exploraciones que forman la exploración del Sol en el siglo XXI.

La NASA pone en marcha SPHEREx y PUNCH, dos nuevas misiones para explorar el universo y el Sol

La NASA ha lanzado con éxito las misiones SPHEREx y PUNCH, que operarán en órbitas separadas con objetivos científicos distintos. Ambas misiones despegaban el 12 de marzo de 2025 a bordo de un cohete Falcon 9 de SpaceX desde la Base de la Fuerza Espacial de Vandenberg, en California. La separación de los dos satélites en el espacio ocurrió sin inconvenientes y las primeras señales de telemetría confirmaron que las dos misiones se encuentran en correcto funcionamiento.

SPHEREx (Spectro-Photometer for the History of the Universe, Epoch of Reionization and Ices Explorer) es un telescopio espacial diseñado para realizar un mapa tridimensional del cielo en diferentes longitudes de onda en el infrarrojo cercano, lo que permitirá estudiar más de 450 millones de galaxias y 100 millones de estrellas en la Vía Láctea. Su objetivo principal es analizar la evolución cósmica, incluyendo rastros del Big Bang y la expansión acelerada del universo. También buscará moléculas esenciales para la vida, como agua y compuestos orgánicos, en regiones de formación estelar y en discos protoplanetarios.

Representación artística del telescopio SPHEREx en su órbita polar terrestre, donde realizará un mapeo infrarrojo del cielo. Créditos: NASA/JPL-Caltech

Además, SPHEREx contribuirá a la detección de exoplanetas a través del método de tránsito, identificando posibles candidatos para futuras observaciones más detalladas. También recopilará información sobre los asteroides troyanos del sistema solar, ofreciendo datos previos a la llegada de la misión Lucy de la NASA, que se encargará de estudiarlos de cerca.

El telescopio operará en una órbita polar terrestre durante dos años, realizando un escaneo completo del cielo cada seis meses. Su capacidad de observación complementará la de telescopios como el James Webb y el futuro Nancy Grace Roman Space Telescope, proporcionando datos para estudios más detallados. El equipo de la misión, liderado por el California Institute of Technology (Caltech) y el Jet Propulsion Laboratory (JPL), ha confirmado que la comunicación con el satélite ha sido establecida con éxito y que los sistemas de control y generación de energía funcionan correctamente.

Mientras SPHEREx explora el cosmos, la misión PUNCH (Polarimeter to Unify the Corona and Heliosphere) estudiará la estructura del viento solar y la transición de la corona del Sol hacia el medio interplanetario. Utilizando cuatro pequeños satélites operando en conjunto, PUNCH capturará imágenes en 3D del Sol y su entorno, centrándose en tormentas solares, eyecciones de masa coronal y el flujo de partículas que afectan el clima espacial.

Los datos obtenidos por PUNCH permitirán mejorar la predicción de eventos solares que pueden afectar satélites, comunicaciones y redes eléctricas en la Tierra. A diferencia de misiones previas, PUNCH utilizará un sistema de polarización de luz para analizar el viento solar con mayor precisión, creando un mapa tridimensional continuo del flujo de partículas en la heliosfera interna.

Ilustración de los cuatro satélites PUNCH en órbita terrestre estudiando la heliosfera
Representación de la constelación de cuatro satélites de la misión PUNCH en órbita terrestre baja, analizando el viento solar en 3D. Créditos: NASA/SwRI

Los cuatro satélites de PUNCH se encuentran en órbita polar baja, posicionados en la línea de terminador, lo que les permite observar el Sol de forma continua sin interrupciones. La misión es gestionada por el Southwest Research Institute (SwRI) en Boulder, Colorado, y transmitirá datos en tiempo real al Centro de Análisis de Datos Solares de la NASA en el Goddard Space Flight Center.

Ambas misiones están programadas para operar por dos años, y sus datos estarán disponibles para la comunidad científica de forma abierta. Se espera que sus resultados contribuyan al conocimiento sobre la evolución del universo y los procesos físicos que ocurren en la atmósfera solar.


Referencias y más información: