La sonda solar Parker o Parker Solar Probe, desarrollada por la NASA para adentrarse como nunca antes en la estructura del Sol, ha completado su 24.º sobrevuelo cercano al astro rey el pasado 19 de junio de 2025. Durante esta maniobra alcanzó nuevamente su récord de distancia mínima al acercarse a tan solo 6,2 millones de km de la superficie solar, es decir, a unas 9 veces el radio solar. A esa distancia extrema, que representa la más corta jamás alcanzada por una nave espacial, la sonda viajó a una velocidad de 687.000 km/h, una cifra que también iguala el récord anterior obtenido en diciembre de 2024 y marzo de 2025.

La misión, parte del programa Living With a Star de la NASA, está diseñada para estudiar de forma directa la actividad solar y el entorno inmediato de la corona solar, con el objetivo de entender mejor los mecanismos que generan fenómenos como el viento solar, las eyecciones de masa coronal y las tormentas geomagnéticas. Estos eventos afectan tanto a los satélites en órbita como a la seguridad de astronautas, comunicaciones, redes eléctricas e incluso la navegación aérea en la Tierra.
La sonda fue lanzada el 12 de agosto de 2018 y, desde entonces, ha ejecutado una trayectoria en espiral alrededor del Sol, utilizando asistencias gravitatorias de Venus para reducir progresivamente su órbita. Sin embargo, tras la última de estas maniobras, Parker se encuentra ya dentro de la órbita de Venus, por lo que no podrá acercarse más a nuestra estrella. Su órbita actual es altamente elíptica y tarda unos 88 días en completarse. Aunque la misión base ha concluido con este sobrevuelo número 24, la nave continuará operativa y recopilando datos hasta que se revisen los próximos pasos del proyecto en 2026.
Diseñada y construida por el Laboratorio de Física Aplicada Johns Hopkins (APL), la Parker Solar Probe dispone de cuatro conjuntos de instrumentos científicos que continúan funcionando en perfecto estado. Estos instrumentos recopilan datos clave sobre el entorno extremo del Sol, gracias a la protección de un escudo térmico de carbono conocido como Sistema de Protección Térmica (Thermal Protection System), que soporta temperaturas superiores a los 870 °C. Durante los momentos de mayor exposición, la nave opera de forma autónoma, ya que las condiciones impiden la comunicación directa con la Tierra.
Uno de los grandes misterios que busca resolver la misión es por qué la corona solar —la capa más externa de la atmósfera del Sol— alcanza temperaturas de millones de grados, mientras que la superficie visible o fotosfera se mantiene en torno a los 6.000 °C. Parte de la respuesta podría encontrarse en los procesos de reconexión magnética, que han sido observados gracias a los instrumentos de Parker. Este fenómeno, donde las líneas de campo magnético se rompen y reconectan de forma explosiva, genera partículas altamente energéticas y se cree que contribuye tanto al calentamiento coronal como a la aceleración del viento solar.
Durante este último acercamiento, se volvió a detectar actividad de reconexión magnética en las cercanías del Sol, lo que permite ahora a los científicos analizar este proceso en un entorno mucho más extremo que el entorno terrestre, donde también se ha estudiado previamente. Esta información es crucial para mejorar los modelos de predicción del clima espacial, especialmente en una etapa de alta actividad del ciclo solar 25, que se encuentra actualmente en su fase de máximo.
Aunque el combustible de sus propulsores se agotará en algún momento y con ello su capacidad de orientación, la nave seguirá orbitando el Sol de forma indefinida. Cuando eso ocurra, la misión tiene previsto girar la sonda para exponer directamente sus instrumentos al calor solar, un gesto que marcará simbólicamente el final operativo de la misión. Los instrumentos no sobrevivirán, pero su escudo térmico podría mantenerse en órbita solar durante millones de años, convertido en un vestigio de la era de la exploración del Sol.
La Parker Solar Probe no ha sido la única en acercarse al Sol, pero sí la más osada. A diferencia de los mitos como Ícaro, esta nave ha logrado «tocar» el Sol en múltiples ocasiones. Y con ello, ha transformado nuestra comprensión del entorno solar, aportando información fundamental sobre los mecanismos que gobiernan el sistema solar interior y permitiendo establecer conexiones directas con fenómenos que afectan nuestro propio planeta. Aún queda trabajo por hacer en los próximos años, pero la misión ya ha consolidado su lugar como una de las más ambiciosas y productivas en la historia de la exploración del Sol.




