Las simulaciones muestran que ambas composiciones, rica en roca o en hielos, son compatibles con los datos observados disponibles
La clasificación tradicional de los planetas del Sistema Solar separa los cuerpos rocosos interiores, los gigantes gaseosos y los gigantes de hielo. En este esquema, Urano y Neptuno ocupan la última categoría por la presencia dominante de compuestos volátiles como agua, amoníaco y metano. Sin embargo, la denominación «gigantes de hielo» podría no ser muy apropiada, o al menos eso es lo que sugiere un nuevo estudio publicado por investigadores de la Universidad de Zúrich y publicado en Astronomy & Astrophysics, donde indican que esta división podría ser demasiado restrictiva. Los resultados muestran que ambos planetas admiten interiores con una fracción rocosa mucho mayor de la asumida durante décadas.

El estudio no propone sustituir una etiqueta por otra. Señala que la interpretación clásica, centrada en interiores dominados por hielos, no es la única compatible con los datos disponibles. Este enfoque más amplio coincide con análisis recientes de otros cuerpos del Sistema Solar exterior, como Plutón, cuya estructura interna parece estar dominada por materiales rocosos.
El equipo desarrolló un sistema de simulaciones que combina la libertad de los modelos empíricos con las restricciones de los modelos físicos. El procedimiento parte de un perfil de densidad generado de forma aleatoria para el interior planetario. A partir de ese perfil inicial se calcula un campo gravitatorio que debe coincidir con las medidas disponibles. Después se infiere una posible composición compatible con las ecuaciones de estado y se repite el proceso hasta obtener soluciones coherentes. Esta estrategia evita imponer una arquitectura interna predeterminada o sesgada y permite explorar un conjunto mucho más amplio de composiciones.
El resultado es una familia de modelos en la que Urano y Neptuno no aparecen necesariamente como mundos ricos en agua, sino como cuerpos cuya fracción rocosa puede ser bastante sustancial. Las combinaciones obtenidas abarcan desde escenarios dominados por hielos hasta configuraciones donde los materiales refractarios representan una parte significativa del interior. Esta variedad no se había cuantificado con métodos anteriores debido a las limitaciones de los enfoques tradicionales.
Los modelos también proporcionan un marco para interpretar la compleja estructura de los campos magnéticos de ambos planetas. A diferencia de la Tierra, cuyos polos magnéticos están aproximadamente alineados con el eje de rotación, Urano y Neptuno presentan campos multipolares sin una geometría simple. Los nuevos cálculos incluyen capas en las que el agua alcanza un régimen iónico, es decir, un estado donde las moléculas se disocian bajo presiones extremas y los protones se desplazan libremente dentro de una red de oxígeno. Este fluido es conductor y puede generar un dínamo localizado lejos del centro planetario. Según los modelos, la región donde se originaría el campo magnético de Urano estaría situada más profundamente que en Neptuno, lo que ayudaría a explicar las diferencias entre ambos.


Pese al avance metodológico, persisten incertidumbres importantes. El comportamiento de mezclas de agua, roca, hidrógeno y helio en condiciones extremas sigue siendo un desafío para la física de materiales. Cualquier variación en las ecuaciones de estado repercute directamente en la densidad y, por tanto, en las soluciones compatibles con el campo gravitatorio. A esto se suma la precisión limitada de los datos obtenidos únicamente a partir del sobrevuelo de la Voyager 2. En la práctica, varias configuraciones internas distintas pueden reproducir los mismos valores gravitatorios.
El estudio concluye que Urano y Neptuno podrían ser tanto gigantes de hielo como gigantes rocosos dentro del espacio de soluciones actuales. La falta de datos suficientes impide discriminar entre ambas posibilidades. Para resolver esta ambigüedad, el equipo señala la necesidad de misiones específicas a los dos planetas, capaces de medir con mayor detalle sus campos gravitatorios y magnéticos y, eventualmente, estudiar sus atmósferas y lunas con instrumentos diseñados para este propósito.
Los resultados no solo cuestionan la clasificación tradicional de Urano y Neptuno, sino que también establecen un precedente relevante para la interpretación de exoplanetas con masas similares. Mundos que comparten tamaño o densidad pueden esconder configuraciones internas muy diferentes, lo que subraya la importancia de mejorar los modelos de materiales y obtener mediciones directas en el Sistema Solar exterior.