La Luna ha sido el primer objetivo natural del ser humano fuera de la Tierra y el único mundo más allá de nuestro planeta que ha sido visitado por astronautas. Su cercanía relativa, a una distancia media de 384.400 km, ha permitido que numerosas misiones espaciales, tanto robóticas como tripuladas, estudien su superficie, entorno y composición desde la segunda mitad del siglo XX. Desde los primeros impactos no controlados hasta los complejos sistemas actuales de recogida y retorno de muestras, la exploración lunar ha evolucionado tecnológicamente y ha abierto el camino para futuras actividades humanas en el espacio profundo.
Este recorrido ha estado marcado por numerosos retos técnicos. A pesar de su proximidad, alcanzar y operar en la Luna implica superar obstáculos energéticos, de navegación, comunicación y supervivencia en un entorno sin atmósfera y con condiciones térmicas extremas. La historia de su exploración también refleja los intereses estratégicos de distintas agencias espaciales y los avances en tecnologías espaciales que hoy se consideran fundamentales para la exploración de otros cuerpos del Sistema Solar.
Hasta la fecha, únicamente el Programa Apolo de la NASA ha logrado enviar seres humanos a la superficie lunar. Entre 1969 y 1972, un total de seis misiones tripuladas (Apolo 11, 12, 14, 15, 16 y 17) alunizaron con éxito, permitiendo a doce astronautas caminar sobre la Luna, recolectar muestras y desplegar instrumentos científicos. Estas misiones no solo demostraron la viabilidad del viaje tripulado a la Luna, sino que proporcionaron una enorme cantidad de datos sobre su geología, topografía y entorno físico. Desde entonces, ninguna otra agencia espacial ha repetido esta hazaña, aunque varios programas actuales contemplan el regreso humano al satélite en los próximos años.

Dificultades técnicas para llegar y operar en la Luna
Enviar una nave a la Luna requiere superar el campo gravitatorio terrestre y realizar maniobras precisas de navegación orbital. Para ello, se necesita una velocidad de escape de al menos 11,2 km/s desde la superficie de la Tierra y una transferencia mediante una trayectoria elíptica —generalmente una órbita de Hohmann— que permita interceptar el campo gravitatorio lunar. Alcanzar la Luna desde la Tierra lleva típicamente entre 3 y 5 días en misiones no tripuladas, aunque las trayectorias pueden variar según el perfil de misión, la masa del vehículo y el tipo de propulsión.
Uno de los principales retos es la inserción en órbita lunar. La nave debe realizar una maniobra de frenado, reduciendo su velocidad mediante impulso inverso, para evitar continuar su trayectoria y escapar del sistema Tierra-Luna. Esta maniobra exige gran precisión en la temporización y orientación de los motores, ya que un error puede significar la pérdida de la misión.
El alunizaje representa una de las operaciones más complejas. A diferencia de Marte, la Luna no posee atmósfera, por lo que no pueden emplearse escudos térmicos ni paracaídas. Las sondas deben ejecutar descensos totalmente controlados mediante propulsión, lo que requiere sistemas de guiado autónomo, sensores altimétricos, radares y algoritmos de navegación precisa. Cualquier fallo en esta fase ha resultado históricamente en impactos no controlados.
El entorno lunar también presenta desafíos técnicos considerables. La ausencia de atmósfera conlleva que la radiación solar y cósmica incida directamente sobre las naves y astronautas. Las temperaturas pueden variar entre +120 °C en el día lunar y –170 °C en la noche, lo que obliga a desarrollar sistemas térmicos robustos y a planificar las misiones para evitar las fases de oscuridad prolongada, especialmente en zonas cercanas a los polos.
El regolito lunar, una capa de fragmentos de roca, polvo y partículas generadas por impactos meteoríticos, plantea problemas adicionales. Este material es muy abrasivo, se adhiere a superficies por la carga electrostática inducida por el viento solar y puede afectar al funcionamiento de mecanismos móviles, sellos o radiadores. Las misiones Apolo documentaron los efectos nocivos del polvo en los trajes espaciales y equipos, y aún hoy constituye una preocupación para las futuras misiones.
Las comunicaciones con la Tierra, si bien más sencillas que en misiones a planetas más distantes, requieren líneas de visión directas y estaciones de seguimiento específicas. La cara oculta de la Luna, permanentemente fuera del alcance directo de las antenas terrestres, obliga al uso de satélites de retransmisión, como el caso de las sondas Qeqiao, desplegadas por China para permitir las comunicaciones con su misiones Chang’e 4 y Chang’e 6 en la cara oculta.
Por último, las operaciones sostenidas en la superficie exigen soluciones energéticas fiables. La duración del día lunar, de aproximadamente 14 días terrestres, seguida de una noche igual de larga, implica que las misiones robóticas deben contar con baterías de larga duración, generadores de radioisótopos o paneles solares combinados con acumuladores. Estas limitaciones condicionan el diseño y la duración de los experimentos y la supervivencia de los equipos.
Breve historia de la exploración lunar
El interés científico y estratégico por la Luna comenzó en las primeras décadas de la era espacial, convirtiéndose en el principal objetivo de la carrera tecnológica entre las superpotencias durante la Guerra Fría. La Unión Soviética fue la primera en alcanzar el satélite con éxito: Luna 2 impactó contra la superficie en septiembre de 1959 y, pocas semanas después, Luna 3 capturó las primeras imágenes de la cara oculta. Estos logros marcaron el inicio de una sucesión de misiones soviéticas que incluirían orbitadores, alunizajes automáticos y los primeros vehículos móviles en la superficie lunar.

Mientras tanto, Estados Unidos desarrollaba los programas Ranger, Surveyor y Lunar Orbiter, con misiones clave entre 1961 y 1967. Las sondas Ranger enviaron imágenes en caída libre hasta el impacto, mientras que los Surveyor demostraron que era posible aterrizar suavemente y operar en la superficie. Los cinco Lunar Orbiter cartografiaron casi toda la Luna con una resolución sin precedentes, preparando el terreno para el siguiente gran salto.
Ese salto fue el programa Apolo. Entre 1969 y 1972, Estados Unidos envió astronautas a la Luna en seis misiones exitosas: Apolo 11, Apolo 12, Apolo 14, Apolo 15, Apolo 16 y Apolo 17, que permitieron no solo caminar sobre su superficie, sino también desplegar instrumentación científica y recolectar más de 380 kg de muestras. Estas misiones permitieron establecer la composición geoquímica de distintas regiones lunares, medir la actividad sísmica, estudiar el campo gravitatorio y realizar experimentos con láser que siguen activos hoy.

Durante esos mismos años, la URSS desarrolló una serie de misiones automáticas avanzadas, entre ellas los vehículos Lunokhod, que recorrieron grandes distancias sobre la superficie, y las sondas Luna 16, 20 y 24, que lograron traer muestras lunares sin tripulación. Con el fin del programa Apolo y la disolución de la Unión Soviética, la exploración lunar entró en una fase de estancamiento prolongado, sin misiones de superficie durante más de tres décadas.
Desde principios del siglo XXI, el interés por la Luna se ha reactivado de forma global. La ESA, Japón, India y Corea del Sur han lanzado sondas orbitales y aterrizadores con grandes capacidades científicas, como SMART-1, Kaguya, Chandrayaan 1 y 2 y Danuri. Por su parte, la NASA ha continuado el estudio orbital con misiones como LRO y LCROSS, esta última responsable de confirmar la presencia de hielo en el polo sur.
Entre todos los nuevos actores, China ha emergido como la potencia con mayor ambición lunar en las últimas dos décadas. Su programa Chang’e ha logrado una secuencia continua de éxitos tecnológicos: Chang’e 1 y 2 cartografiaron el satélite desde órbita; Chang’e 3 alunizó con el rover Yutu-1 en 2013, siendo el primer alunizaje suave desde 1976; Chang’e 4 en 2019 se convirtió en la primera misión en aterrizar en la cara oculta de la Luna, desplegando el rover Yutu-2; y Chang’e 5, en 2020, trajo a la Tierra muestras lunares por primera vez en más de 40 años, recolectadas en una región joven del Oceanus Procellarum. Más recientemente, Chang’e 6, lanzada en 2024, ha logrado recolectar y traer muestras desde la cara oculta, un hito inédito en la exploración lunar. China planea futuras misiones más ambiciosas como Chang’e 7 y 8, que sentarán las bases para un posible puesto avanzado científico en el polo sur.
La estrategia de China en la exploración lunar sigue una evolución progresiva en sus capacidades, que ha avanzado desde la inserción orbital hasta operaciones en la superficie y, más recientemente, el retorno de muestras. Este enfoque responde a un objetivo explícito: consolidarse como potencia líder en la exploración lunar, tanto en el ámbito robótico como tripulado. La cooperación con otros países, en particular con Rusia, y la propuesta de construir una futura Estación Internacional de Investigación Lunar (ILRS) refuerzan su papel como actor destacado en esta nueva fase de la carrera espacial. Si se cumplen los planes actuales, China realizará su primer intento de alunizaje tripulado antes de 2030.
Simultáneamente, se ha iniciado una etapa de notable dinamismo a escala internacional. La NASA impulsa el programa Artemis, en colaboración con agencias espaciales occidentales, mientras que el programa CLPS (Commercial Lunar Payload Services) busca fomentar la participación de empresas privadas en el desarrollo de tecnologías de alunizaje, movilidad y aprovechamiento de recursos in situ. A pesar de los desafíos técnicos y las demoras iniciales, los primeros módulos comerciales con cargas científicas ya han comenzado a llegar a la Luna, tanto de EE.UU. como de Japón. El retorno tripulado de Estados Unidos estaba previsto para finales de 2027, aunque con la reelección de Donald Trump, el calendario podría posponerse hasta 2030 o incluso cancelarse.
La Luna ha recuperado así un papel central en la política espacial internacional, no solo como objetivo científico, sino como plataforma estratégica para futuras misiones humanas más allá de la órbita baja terrestre. En los próximos años, todo indica que presenciaremos de nuevo a seres humanos caminando sobre la superficie lunar.

Misiones operativas en la Luna
En la superficie: 3
🇨🇳 🇨🇳 🇨🇳
En órbita: 6
🇨🇳 🇨🇳 🇨🇳 🇺🇸 🇮🇳 🇰🇷

🇺🇸 Lunar Reconnaissance Orbiter (LRO)
(en órbita desde junio de 2009)

🇨🇳 Chang’e 3
(en la superficie desde diciembre de 2013)

🇨🇳 Chang’e 5 T1
(en órbita desde octubre de 2014)

🇨🇳 Queqiao
(en órbita de halo sobre el punto de lagrange Tierra-Luna L2 desde junio de 2018)

🇨🇳 Chang’e 4
(en la superficie desde enero de 2019)

🇨🇳 Yutu 2
(en la superficie desde enero de 2019)

🇮🇳 Chandrayaan 2
(en órbita desde agosto de 2019)

🇰🇷 Danuri
(en órbita desde diciembre de 2022)

🇨🇳 Queqiao 2
(en órbita retrógrada desde abril de 2024)
Otras misiones menores: minisatélites o cubesats

🇺🇸 Artemis P1 y Artemis P2
(en órbita en los puntos de lagrange Tierra-Luna L2 y L1 desde el octubre y noviembre de 2010)

🇨🇳 Tiandu 1 y Tiandu 2
(en órbita desde marzo de 2024)

🇨🇳 DRO A y DRO B
(en órbita tipo DRO desde el 5 de abril de 2024)
Hitos de la exploración espacial a la Luna
| Primer intento de mandar una sonda a las cercanías de la Luna | Able 1 / Pioneer 017 de agosto de 1958 |
| Primera sonda en impactar en la superficie de la Luna | Luna 214 de septiembre de 1959 |
| Primera sonda en sobrevolar la Luna | Luna 36 de octubre de 1959 |
| Primera sonda en fotografiar la cara oculta de la Luna | Luna 36 de octubre de 1959 |
| Primer aterrizaje y retorno de datos desde la superficie de la Luna | Luna 93 de febrero de 1966 |
| Primera nave espacial en orbitar la Luna | Luna 102 de abril de 1966 |
| Primer despegue desde la Luna | Surveyor 617 de noviembre de 1967 |
| Primer vuelo circunlunar exitoso | Zond 621 de septiembre de 1968 |
| Primer vuelo orbital tripulado | Apolo 817 de noviembre de 1967 |
| Primera misión tripulada a la superficie de la Luna | Apolo 1120 de julio de 1969 |
| Primer retorno robótico de una muestra de suelo desde la Luna: | Luna 1621 de septiembre de 1970 |
| Primer vehículo con ruedas autónomo en la Luna: | Lunokhod 117 de noviembre de 1970 |
| Primer vehículo todoterreno tripulado en la Luna: | Apolo 157 de agosto de 1971 |
| Última misión tripulada a la superficie de la Luna | Apolo 1711 de diciembre de 1972 |
| Primer aterrizaje y retorno de datos desde la cara oculta de la Luna | 🇨🇳 Chang’e 4 3 de enero de 2019 |
| Primer retorno robótico de una muestra de suelo de la cara oculta de la Luna: | 🇨🇳 Chang’e 6 3 de mayo de 2024 |
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Luna 2