El Sol es la estrella central del Sistema Solar, la fuente de luz y energía que permite la existencia de vida en la Tierra. Con una masa que representa el 99,8 % de todo el sistema, su enorme gravedad mantiene a los planetas en órbita, mientras que la radiación que emite influye en sus atmósferas y climas. Sus características principales lo convierten en una estrella de tipo espectral G2V, con una temperatura superficial de 5.500 °C y un ciclo de vida que se extiende por miles de millones de años.

La composición del Sol está dominada por hidrógeno y helio, los elementos responsables de la fusión nuclear en su núcleo, proceso que genera la energía que irradia al espacio. Esta energía viaja a través de las distintas capas de su estructura hasta llegar a la superficie visible, la fotosfera, y continuar su camino hacia el espacio interplanetario.

Al analizar la estructura del Sol, se identifican varias capas con funciones específicas. En el interior, el núcleo es el motor de la fusión nuclear, mientras que la zona radiactiva y la zona convectiva transportan la energía hacia el exterior. Más allá de la fotosfera, la cromosfera y la corona solar forman la atmósfera del Sol, regiones donde se producen fenómenos como las eyecciones de masa coronal y el viento solar, una corriente de partículas cargadas que se extiende hasta los límites de la heliosfera.

El Sol no es un astro estático. A lo largo de su ciclo de 11 años, atraviesa periodos de mayor y menor actividad, generando manchas solares, fulguraciones y tormentas solares que pueden afectar las telecomunicaciones y sistemas eléctricos en la Tierra. La actividad solar es objeto de un estudio constante, ya que su impacto en el clima espacial y en las misiones espaciales puede ser significativo.

Su evolución sigue el patrón de las estrellas de su tipo. En el pasado, el Sol nació a partir de una nube de gas y polvo en colapso gravitatorio, y en el futuro experimentará cambios drásticos. La fase final de su existencia incluirá su expansión en una gigante roja, seguida por la expulsión de sus capas exteriores hasta quedar reducido a una enana blanca. La comprensión del nacimiento y muerte del Sol permite a los astrónomos predecir el destino de nuestro sistema planetario y comparar su evolución con la de otras estrellas.

Desde tiempos remotos, el ser humano ha observado y estudiado el Sol, desde los primeros calendarios astronómicos hasta sofisticadas sondas espaciales. La exploración del Sol ha avanzado enormemente con misiones como SOHO, Parker Solar Probe y Solar Orbiter, que han permitido obtener imágenes detalladas de su atmósfera y comprender mejor su comportamiento magnético.

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Descubre cómo la exploración del Sol ha revelado sus secretos, gracias a misiones como Parker Solar Probe, SOHO y Solar Orbiter.

Misiones activas en órbita próxima al Sol


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