Júpiter, el gigante gaseoso de nuestro sistema solar, ha sido objeto de fascinación para astrónomos y entusiastas del espacio durante siglos. Sus intrincados anillos, aunque menos conocidos que los de Saturno, despiertan un interés especial debido a sus misteriosas particularidades. No fue hasta la llegada de la sonda espacial Voyager 1 en 1979 cuando tuvimos conocimiento de su existencia, anteriormente solo se conocían los anillos de Saturno y Urano y se creía que Júpiter no tenía anillos, por lo que este hallazgo sorprendió enormemente a la comunidad científica.

Los anillos de Júpiter, aunque menos conocidos que los de Saturno, están compuestos principalmente de partículas de polvo y rocas, a diferencia de los anillos de Saturno que además poseen hielo. Estas partículas varían en tamaño desde micrómetros hasta varios metros. Además, se cree que los anillos albergan fragmentos de algunos satélites de Júpiter, como material expulsado de las lunas interiores Amaltea y Tebe. La formación de los anillos de Júpiter es un enigma que aún desconcierta a los científicos. La hipótesis más plausible sugiere como decíamos, que los anillos se originaron a partir de material expulsado por impactos en las lunas de Júpiter, mientras que otra teoría sostiene que provienen de la captura de objetos cercanos.


El sistema de anillos de Júpiter se compone de cuatro anillos principales, en el interior un grueso toro de partículas conocido como el halo o el anillo halo, el anillo principal relativamente brillante pero muy fino y el anillo Gossamer o anillos difusos porque realmente son dos anillos anchos, gruesos y débiles. El anillo difuso de Amaltea es el más interno y el anillo difuso de Tebe es el más externo y grueso, envolviendo por completo el anillo de Amaltea. Ambos anillos difusos son nombrados por los nombres de las lunas de cuyo material están formados.

El Anillo Halo es el más interior y grueso y está compuesto principalmente de partículas de polvo dispuestas en forma de toroide o rosquilla alrededor del planeta. El borde interior se localiza a los 92.000 km de distancia de Júpiter hasta los 122.500 km, por tanto el anillo halo tiene un ancho de 30.000 km y se extiende verticalmente más de 20.000 km aunque la mayor parte del material se encuentra a unos pocos cientos de kilómetros del plano del anillo.

El Anillo Principal está compuesto principalmente por partículas de roca y polvo. Su origen es un misterio, pero se piensa que podría deberse a la colisión de asteroides o fragmentos de cometas. Es excepcionalmente fino o plano y brillante, y tiene color neutro o azulado. Va desde los 122.500 km de distancia al planeta o 1,72 radios de Júpiter y se extiende hasta los 129.000 km de distancia planeta o 1,8 radios ecuatoriales de Júpiter. La luna Adrastea orbita el planeta Júpiter justo en el borde exterior del anillo, comportándose como un satélite pastor.

El Anillo difuso de Amaltea es muy débil y se extiende desde la órbita de la luna Amaltea a 182 000 km o 2,54 radios de Júpiter hasta los 129,000 km o 1,8 radios de Júpiter. Se compone en su mayoría de partículas de polvo expulsadas por la luna Amaltea debido a impactos. De color rojizo, fue atravesado por la sonda Galileo para realizar mediciones directas del polvo. Es más brillante cerca de sus bordes superior e inferior y más brillante gradualmente en dirección al planeta. Tiene un espesor medio de 2.000 km similar a la inclinación orbital de Amaltea respecto al plano ecuatorial de Júpiter.
El Anillo difuso de Tebe es el más tenue de todos y se cree que está formado por partículas de polvo liberadas por la luna Tebe. Se extiende desde aproximadamente los 129 000 km o 1,8 radios de Júpiter hasta la órbita de la luna Tebe a 226.000 km o 3,11 radios de distancia del centro de Júpiter. El espesor del anillo es de 8.400 km cerca de la órbita de Tebe y decrece a medida que nos acercamos al planeta y al igual que el anillo difuso de Amaltea al que envuelve como si fuera una funda exterior, es más brillante cerca de sus bordes superior e inferior. Sus partículas caen hacia el interior del sistema envolviendo los anillos más interiores. Su espesor concuerda con la mayor inclinación orbital y distancia de la órbita de Tebe respecto al plano ecuatorial de Júpiter.

El sistema de anillos de Júpiter observado por la sonda Voyager 2 el 4 de julio de 1979. La imagen fue tomada en el lado nocturno del planeta, mostrando las finas bandas de polvo iluminadas en el borde del disco joviano.
Créditos: NASA/JPL-Caltech.
La exploración de los anillos de Júpiter ha sido llevada a cabo por diversas misiones espaciales de la NASA, incluyendo la mencionada Voyager 1 en 1979, así como la misión Galileo, que orbitó Júpiter y sus lunas en la década de los 90 y primeros años del siglo XXI. Posteriormente se obtuvieron numerosos datos gracias a los sobrevuelos de las misiones Cassini y New Horizons de la NASA. Actualmente, la sonda Juno también de la NASA continua en órbita del planeta, proporcionado datos valiosos sobre la estructura y composición de los anillos. Además se realizan periódicamente observaciones desde los telescopios espaciales Hubble y Webb y otros observatorios desde la superficie terrestre como el telescopio Keck.
En el futuro, las misiones ya en camino JUICE de la agencia espacial europea ESA y la misión Europa Clipper de la NASA, prometen continuar desvelando secretos de Júpiter, sus principales lunas y sus tenues anillos.
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