El Sol no es un astro estático. Su atmósfera y magnetosfera están en constante cambio, impulsadas por procesos físicos que involucran la interacción del plasma con su campo magnético. Esta variabilidad es lo que conocemos como actividad solar, un conjunto de fenómenos que incluyen tormentas solares, eyecciones de masa coronal, el ciclo solar y los cambios de polaridad magnética. Estos procesos no solo afectan el entorno inmediato del Sol, sino que también pueden tener consecuencias en el clima espacial y en los sistemas tecnológicos de la Tierra.

Uno de los pilares fundamentales para entender la actividad solar es el ciclo solar, un período de aproximadamente 11 años durante el cual la intensidad de la actividad magnética del Sol varía de manera regular. En los momentos de máximo solar, la cantidad de manchas solares, fulguraciones y eyecciones de plasma aumentan significativamente, mientras que en los períodos de mínimo solar, la superficie del Sol muestra una menor presencia de estas estructuras y su comportamiento se vuelve más estable. Este ciclo está impulsado por el dínamo solar, un proceso en el que la rotación diferencial del plasma y la convección en el interior del Sol generan y reorganizan su campo magnético global. Sin embargo, la mecánica exacta de este dínamo aún no se comprende por completo y sigue siendo un área de investigación activa en la heliofísica.

Las manchas solares son la manifestación más visible del ciclo solar. Son regiones de la fotosfera donde el campo magnético es lo suficientemente intenso como para inhibir la convección del plasma, reduciendo la temperatura de la zona en comparación con el resto de la superficie solar. Aunque parecen oscuras debido a su menor temperatura, en realidad siguen siendo extremadamente calientes, con valores de alrededor de 3.800 K. Su número y distribución varían con el ciclo solar, y su presencia es un indicador clave de la intensidad de la actividad magnética de la estrella.

Variabilidad de las manchas solares durante un ciclo solar completo, el Ciclo Solar 23
Variabilidad de las manchas solares durante un ciclo solar completo, el Ciclo Solar 24

Actividad solar en dos ciclos solares completos captados por la sonda SOHO. Créditos: ESA/NASA

La acumulación de energía magnética en la atmósfera solar puede dar lugar a fenómenos explosivos como las fulguraciones solares, que se producen cuando las líneas de campo magnético se reconectan repentinamente, liberando una enorme cantidad de energía en forma de radiación electromagnética y partículas cargadas. Estas explosiones pueden liberar en minutos la energía equivalente a millones de bombas de hidrógeno, emitiendo rayos X y radiación ultravioleta extrema que pueden afectar las comunicaciones satelitales y las ionosferas planetarias.

Pero los eventos más energéticos asociados con la actividad solar son las eyecciones de masa coronal (CME, por sus siglas en inglés), enormes erupciones de plasma que pueden liberar miles de millones de toneladas de materia solar al espacio interplanetario. A diferencia de las fulguraciones, que son principalmente emisiones de radiación, las CME transportan consigo grandes cantidades de plasma magnetizado, lo que puede provocar alteraciones en la magnetosfera terrestre si impactan en nuestro planeta. La velocidad de estas eyecciones varía, oscilando entre 300 km/s y más de 2.500 km/s, y su llegada a la Tierra puede generar tormentas geomagnéticas con efectos considerables en la tecnología moderna.

Eyecciones de masa coronal captadas ppr la sonda SOHO de la ESA y la NASA
Eyecciones de masa coronal captados por la sonda SOHO. Créditos: ESA/NASA

Las tormentas geomagnéticas se producen cuando el campo magnético transportado por una CME interactúa con la magnetosfera terrestre. Si la orientación del campo magnético solar es opuesta a la del campo terrestre, se facilita la transferencia de energía, lo que genera intensas corrientes eléctricas en la ionosfera y la atmósfera superior. Estas tormentas pueden provocar auroras polares extremadamente brillantes, pero también pueden inducir corrientes geomagnéticas que afectan redes eléctricas, sistemas de navegación y satélites en órbita terrestre. Eventos históricos como la tormenta de Carrington de 1859 han demostrado que una tormenta geomagnética extrema puede tener efectos devastadores en la tecnología moderna.

Auroras en el hemisferio norte como consecuencia de una tormenta geomagnética
Timelapse de una aurora boreal generada por el impacto del plasma solar en la atmósfera terrestre. Créditos: Kristian Pikner

El impacto de la actividad solar no se limita a la Tierra. Planetas como Marte, que carecen de un campo magnético global, están expuestos directamente al viento solar, lo que contribuye a la erosión atmosférica. Se cree que la pérdida de la mayor parte de la atmósfera marciana en el pasado se debió en gran parte a la acción del viento solar y las CME, que pudieron haber despojado al planeta de gran parte de su agua líquida superficial.

El estudio de la actividad solar es fundamental para la predicción del clima espacial, un campo que ha cobrado importancia en las últimas décadas debido a nuestra creciente dependencia de sistemas tecnológicos vulnerables a las variaciones del entorno espacial. Misiones como SOHO, Parker Solar Probe y Solar Orbiter han permitido monitorear en tiempo real la actividad del Sol, proporcionando datos cruciales para anticipar eventos extremos y mitigar sus efectos en la Tierra.

Parker Solar Probe estudiando la corona solar
Recreación artística de la sonda Parker Solar Probe de la NASA acercándose al Sol

A pesar de los avances en heliofísica, aún existen muchas incógnitas sobre la actividad solar. No se comprende del todo por qué la corona alcanza temperaturas de millones de kelvin, ni cómo se generan y transportan las partículas energéticas en las CME más extremas. Tampoco se han identificado con precisión los factores que determinan la intensidad de cada ciclo solar ni se puede predecir con certeza cuándo se producirá el próximo evento extremo comparable a la tormenta de Carrington.

La actividad solar es una manifestación directa de la naturaleza dinámica de nuestra estrella. Su estudio no solo permite comprender mejor los procesos físicos en el Sol, sino que también es esencial para la protección de nuestra infraestructura tecnológica y la exploración del espacio profundo. A medida que las observaciones continúan y los modelos mejoran, la predicción del clima espacial se vuelve cada vez más precisa, permitiendo a la humanidad convivir con la energía impredecible de su estrella madre.

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